COLUMNA DE OPINION

Las mentiras…

Por Claudio Valerio

 

Cierto día, y abiertamente, la mentira piadosa dialogaba con la mentira odiosa.

– ¡Qué bien me siento! Ayer hice feliz a una persona que necesitaba mi ayuda… Sí; son muchas las personas que recurren a mí y así, casi siempre, lo que hacen es evitar que alguien resultara lastimado.

– Un día de estos pasará lo peor, como constantemente pasa y no podrás apoyarte más en mí y causarás un caos total, aunque el trastorno de la personalidad es nuestra especialidad.  Nunca nos detendremos ante la tentación que nos persigue.

– Es humano mentir y alguien debería hacerlo, porque evitamos herir susceptibilidades, propiciamos independencia, alimentamos fantasías, en fin hasta entretenemos y divertimos gratis. Yo, como piadosa al fin, resguardo la paz y tranquilidad en muchas personas y aderezo la calma como bien se distingue. No duermo ni doy tregua. Hasta los mismos padres me demandan cuando quieren inculcarles valores a sus propios hijos hablándoles como redentores de propiedad, cuando un niño comienza a reconocer la vida y quiere por instinto impresionarme. La enseñanza del papá o de la mamá es disfrazarme de muñeco de madera y hacerme crecer la nariz. Eso me indigna, pero por otro lado, me endereza y de orgullo me plena, porque me hace sentir indispensable, enseñándoles con una mentira a no decir mentiras.

–    Tienes mucha razón, pero es tan solo un minúsculo de juicio el que te sustenta, porque a mí me han demandado para iniciar guerras, para continuarlas y terminarlas, e incluso para preparar la destrucción humana haciendo de la muerte y el dolor, un perfecto estuche macabro donde se esconden los verdaderos comerciantes de la vida. He empobrecido y enriquecido a mucha gente sin pudor y sin escrúpulos. Juego con los sentimientos y no me importa para nada el amor. La vida me es indiferente y no necesito descanso, pues disfruto de una imagen eterna que me respalda.

El regocijo era el inseparable cómplice de aquella jovencita que platicaba sin cesar con su hermana mayor…

– Pero hermana, ¿Por qué te quejas?, le hablaba la mentira piadosa a su hermana. Lo que hago es por invocación de los demás, además si se hace daño es porque siempre estamos presente en todas las personas, digo, ¡En la mayoría!

– Pero, le responde la odiosa mentira, yo soy necesaria aún por encima de la invocación, muchas veces por necedad, otras por obligación y la mayoría de ellas, por rutina, yo diría por mala costumbre. ¡Vivo hasta que me visita una señora oportuna y espontánea llamada verdad! -quien

– No debemos quejarnos tanto, sino agradecer a la vida por darnos protagonismo al colocarnos en su presencia.

– Bueno hermanita, después seguimos hablando, porque ya viene la fulana esa apartando todo a su paso y no quiero tropezarme más con ella.

La verdad entraba garbosa y espontánea, dejando atrás a la odiosa mentira y a la mentira piadosa con su resabio sobrando.

Pero, ¿acaso las mentiras no pugnaban, o tan solo se reprendían ambas?… Si bien la mentira se explayaba destacando toda su sapiencia, no escondía su tristeza.

Conceptualmente, la mentira implica una falsedad. Es una expresión contraria a lo que se piensa, se sabe o se cree. A esta expresión se suele utilizar en oposición a lo que se considera como una verdad.

No entremos en el autoengaño para justificar la conducta de mentir y, si bien hay una justificación platónica en el uso de la mentira dado que el filósofo acredita su utilización como la “noble mentira”.

En la vida se debe proceder en la búsqueda de la realidad o de la verdad. Al mentir nos hacemos mentirosos, por lo que los primeros perjudicados con la mentira somos nosotros.

 

Desde la ciudad de Campana (Buenos Aires), recibe un saludo, y mi deseo que Dios te Bendiga y prospere en todo; y derrame sobre ti, Salud, Paz, Amor, y mucha prosperidad.

Claudio Valerio

Valerius©

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