Interés General

Infidelidad ¿Contigo o conmigo?

Consultora psicológica. Facilitadora en Focusing Doula

 

 

 

Existen diferentes formas de estar en pareja. Podemos pertenecer a una pareja abierta, en la cual cada uno es libre de mantener contacto con otras personas, con ciertas pautas explicitadas que forman parte del contrato de la relación.

Por el lado más tradicional encontramos parejas que suponen un acuerdo de fidelidad mutua.

En este último caso es donde las situaciones de infidelidad o engaño generan mucho dolor y heridas a veces irreparables.

A quien haya atravesado esta situación le resultarán familiares algunos de estos interrogantes:

¿Qué te faltaba a mi lado?

¿Por qué no me dijiste?

Se vive también la angustia que genera ser el último en enterarse, el peso de la mirada de los otros.

Cuando hablamos de infidelidad hablamos de transgredir o romper un acuerdo con alguien que muchas veces queremos, con quien formamos una familia o con quien hemos compartido muchas vivencias.

¿Qué nos llevó a elegir ese camino?

La verdadera fidelidad implicaría, desde un lugar saludable, estar con una persona porque la elijo: podría estar con otras personas, me gustan, me atraen; somos seres sexuados, esto es inevitable. Pero, a pesar de esa atracción, decido libremente comprometerme con mi pareja.

La fidelidad no debería venir desde una imposición: está prohibido; sino desde una elección: Pudiendo estar con otro, elijo estar con vos.

Cuando caminamos por la senda del engaño, es a nosotros mismos a quienes engañamos. A nuestra propia elección. Si logro detenerme, puede que elija alguien que no sea mi actual pareja, es una posibilidad.

Eso da cuenta  del estado de la relación, me ofrece la oportunidad de preguntarme ¿Qué sucede con nosotros? ¿Por qué siento el deseo de compartir ya sea intimidad o experiencias con otra persona?

Muchas veces esos deseos se silencian porque traerían un caos.

 ¿Qué nos dice eso de nuestra forma de comunicarnos? ¿Puedo ser sincero/a contigo y conmigo? ¿Me siento seguro/a en este vínculo para mostrarte que esto me está pasando?

Se abre la opción de revisar, volver a mirar, recordar qué me trajo a este vínculo:

¿Quiénes somos hoy?

¿Cambiamos?

¿Sigo eligiendo que vos seas mi compañero/a de viaje?

¿En qué área debemos reforzarnos?

¿Hay un deseo mutuo de reconexión y encuentro?

Existe otra posibilidad: asumir que este espacio en común que habitamos ya no me convoca. No me interesa compartir con vos, no siento atracción hacia tu persona.

Es saludable reconocer nuestro propio límite, el propio, no el que nos impone un tercero.

No se trata de un juicio de valor sobre si es moralmente aceptable o políticamente correcto “engañar”, se trata de reconocerme en mí verdad y ofrecértela.

Se dice que la monogamia está destinada a desaparecer, que es insostenible. Los tiempos cambian, es cierto. Lo que no debería perderse es lo genuino, la coherencia entre lo que siento y lo que hago. Para poder lograrlo necesito hacerme responsable de mis emociones, sensaciones, pensamientos y poder comunicarte a vos, con quién llevo una vida en común «esto me está pasando, nos está pasando«. Le pasa a nuestra pareja, porque el todo (pareja) es más que la suma de las partes (vos y yo).

Si siento la necesidad de buscar oxígeno fuera, será que me siento ahogado/a. Esto no quiere decir que vos seas responsable de mi sensación de ahogo, quiere decir que tenemos que afrontar lo que sucede. Ser honestos y valientes.

Ser infiel a la persona que elegí implica traicionarme a mí mismo indefectiblemente.

La otra cara del control es el miedo.

Si necesito controlarte permanentemente para que no me engañes es porque temo que eso suceda: si confío no necesito controlar. Cuidar y controlar no son lo mismo.

La falta de atención puede manifestarse cómo descuido, «No le importa de mí: le da lo mismo si llego temprano o tarde; si estoy en silencio o llorando»  esta vivencia me compartía una consultante con gran angustia. El exceso de “cuidado” enmascara situaciones de control.

En esos momentos en que un miembro de la pareja o ambos se sienten invisibles, se evita el encuentro: la intimidad sexual, la comunicación es nula, seamos conscientes de la mutua responsabilidad por este vínculo.

Muchas veces el «malo» es quien funciona como el portavoz, quien muestra el vacío, la soledad, la pena. Aparece un tercero que nos deleita, nos escucha, hay deseo, intimidad, juego. No hay conflictos económicos, ni hijos, ni tareas domésticas.

Todo es perfecto, un recreo…

Enfrente, un otro que no quiere ver ni escuchar, no quiere parar y reconocer que hay un problema. Las cosas cambiaron, horarios, actitudes, modos de ser y estar. Se elige no ver para mantener este aparente orden.

Pareja viene de par, par implica ser dos.

Somos dos. Ambos somos responsables de lo que sucede en este vínculo. El espíritu de la pareja debe ser nutrido por ambos. No alcanza con no ser el que engañó, también soy infiel al contrato de pareja cuando no me ocupo de manifestar mi incomodidad, cuando evito situaciones en lugar de afrontarlas.

También falto a mi compromiso con ese otro aunque no haya tenido intimidad con alguien más.

 

Counselor Gretel Islas.

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