¿De que hablamos cuando hablamos de culpa?
Cuando creemos haber roto algún tipo de norma sea personal o social, esa horrible sensación nos asalta, la culpa. Es una emoción que suele atacarnos implacablemente trayendo aparejado junto a ella tristeza, vergüenza, autocompasión, remordimientos, autorrechazo y arrepentimiento.
Está absolutamente vinculada a nuestra escala de valores y es por ello que los factores que desencadenan sensaciones culposas son diferentes para cada individuo.
El sentimiento de culpa, es justamente eso: un sentimiento. No necesariamente es una verdad real y objetiva. Es la interpretación que damos a un hecho (o pensamiento) lo que deviene en un juicio hacia nosotros mismos.
Una persona se siente culpable de sólo pensar en no satisfacer la necesidad de otro (mayormente de alguien significativo). “Quiero salir y mi madre quiere que me quede en casa” y entonces es preferible no salir, a pesar del propio deseo, para no decepcionar el deseo del otro. “Si lograra hacerlo no podría disfrutar de mi paseo, pues la culpa no me dejaría” porque “No es de buen hijo no hacer caso a su madre”.
¡Atención!
Caímos en una trampa. Si hacemos lo que queremos y deseamos nos sentimos mal, si no lo hacemos también nos sentimos mal.
La culpa se desencadena a partir de un juicio sobre un acto o un pensamiento de algo que hicimos o bien que evitamos llevar a cabo y debimos haber hecho. Nos castigamos como consecuencia de esa situación. En tal sentido el nivel de juicio implica un nivel similar de culpa y autocastigo.
Aquí es donde es necesario empezar a mirar desde una perspectiva más amplia.
¿Quién define qué es ser un buen hijo? Es importante reconocer que estamos ante un dilema: “Si está en un callejón sin salida, salga por donde entró”.
Resulta imperioso preguntarse:
¿Qué me hace sentir culpable?,
¿Mis acciones generan un daño a otra persona? ¿En qué medida?
¿Soy capaz de reflexionar y decidir?
Tal vez sea posible permitirnos explorar esta idea: pueden coexistir dos deseos en un mismo universo, en ocasiones elijo para satisfacer mi necesidad y en otras decido elegir por la necesidad de otro.
La palabra clave es ELEGIR.
Quien padece sentimiento de culpa no puede elegir, al menos esa es su sensación. No hay escapatoria. El malestar ya se instaló.
La culpa generalmente nos sujeta a algo que no es propio, algo que ya viene dado por un sistema moral, religioso, familiar. Poder decodificar a quien estoy decepcionando cuando no cumplo con ese parámetro externo es también otra forma de ejercer mi libertad.
No debemos pasar por alto que puede haber una sensación de culpa que sea adaptativa cuando nos permite darnos cuenta de algún error, ajustar nuestra conducta en consecuencia y reparar el daño ocasionado. Es la posibilidad de volver a mirar una situación y reconocer mi parte en ella.
Cuando la culpa en cambio, es desadaptativa nos conduce hacia un camino de hostilidad, ansiedad, desasosiego, vergüenza, intimidación e inseguridad. Afecta nuestro autoconcepto y nuestra autoestima en niveles difíciles de cuantificar.
Ser genuinos con nosotros mismos es el gran desafío de cada día…
Consultora psicológica.
Facilitadora en Focusing Doula