COLUMNA DE OPINION

Fortín Malvinas

Por VGM Enrique Oscar AGUILAR

 

LA POLICÍA MILITAR, OTRO CAPÍTULO DE LA GUERRA DE MALVINAS

Parte IV

Por el profesor Ariel Ramírez

Pasaron 32 años y el ex conscripto Oscar Martínez no cesa de denunciar las injusticias vividas en las Islas Malvinas. Como tantos otros sufrieron el frío y el hambre, pero también la tortura de sus superiores. La hermandad con sus compañeros de batalla fue su respaldo y salvación. Pero el armisticio del 14 de Junio no dio por terminada la contienda. Como dice el “Gurka”, ese día comenzó su segunda guerra.

Me tocó la colimba, salió el 608. “El sorteo para la colimba fue en la clase de Literatura , tenía como profesora a Niní Mussini una profesora muy conocida en Punta Alta, recuerdo que le pedimos permiso para escuchar el sorteo, teníamos la famosa radio Spica y nos dejó; a medida que iba pasando el sorteo, teniendo los tres últimos números de documento, mis compañeros se iban salvando, se iban salvando hasta que por ahí le tocó a un compañero que tenía un número más bajo que el mío: le tocó el 800 y pico y todos dijimos, a este le tocó Aeronáutica, seguimos escuchando hasta que llegó mi turno, salió el 608. Sabía que por ese número me tocaba el Ejército. Varios fuimos al Ejército, pero el único que fue a Malvinas de ese sorteo fui yo. Mi curso era el 6to año de electromecánica. A fines de enero de 1982 hicimos la primera revisación médica y terminando el mes de febrero me llegó la cédula de citación para el Quinto Cuerpo del Ejército. Era la 63. Con Gustavo Velazco nos presentamos en un día de lluvia torrencial a ese destino, nos hicieron la última revisación y nos dejaron adentro. Me mandaron a la compañía “B” del Batallón de Comunicaciones donde todos los infantes eran grandotes. Recuerdo que nos dieron cuarenta y cinco días de “campito”, al frente de lo que le llaman La Escuelita, ahí hicimos parte de la instrucción. La ropa que nos dieron era usada, lo único nuevo que nos podría haber tocado por buena voluntad era el cepillo de dientes. La instrucción militar fue con material viejo: fusiles, algunas ametralladoras, etc. Todo era en realidad: si, mi cabo; no, mi cabo y desfilar nada más. No te enseñaban otra cosa. En el grupo donde estaba éramos como 300 y figurábamos como PM (policía militar) aunque no actuamos como tales porque prácticamente del “campito” fuimos a la guerra”.

¡No es Bariloche, es Malvinas! “De movida nunca supimos que íbamos a la guerra, nos levantaron el 1º de abril a la noche, había en el playón del Quinto Cuerpo toda una serie de mochilas y bolsos de campaña, cada uno tenía un nombre y apellido. Nos levantaron y nos dijeron que íbamos de campaña a Bariloche. Recuerdo que había vuelto hacía unos tres meses de viaje de fin año de ese lugar. Yo le decía a unos compañeros ¡estuve hace poquito! ¡Vamos a Bariloche! Nos subieron y nos llevaron en unos camiones hasta Espora. Ahí nos dividieron en dos aviones, uno era un Fokker y el otros era un Hércules C130. Nos mandaron al Hércules y yo dije: uy no tiene asientos, me escucharon y nos gritaron ¡ustedes van en el piso! Subimos unos 30 colimbas amontonados porque además iban dos camiones y dos jeeps. Cerró la compuerta trasera del avión y salimos. Nos preguntamos ¿Tanto tarda en llegar? Hasta que en un momento se asomó el piloto y nos dijo: muchachos ustedes van a hacer patria, estamos sobrevolando Malvinas. ¿Qué hacemos nosotros acá nos preguntamos? Nadie entendía nada. No llevábamos mucho, un viejo duvet, un pantalón, una chaqueta, una camisa, un solo par de borceguíes, una muda de calzoncillos cortos y otros largos. Ah y un par de zapatillas Flecha que nunca usé. No nos dieron ropa de invierno. A algunos le dieron unas mantas, yo no alcancé a ligar ninguna. Nuestro avión llegó primero a las 11 de la mañana. Se abrió la puerta, estaba todo oscuro con mucha neblina, de fondo la pista larga y se veían algunos escarceos de gente corriendo entre las sombras.

Fuimos de los primeros en llegar. El avión carreteó se fue y nos quedamos a la orden de un capitán de la Armada esperando a nuestros jefes. Tiempo después llegó el otro avión con el resto de la compañía. Nos dijeron que solo íbamos por quince días hasta que llegue el relevo militar y que teníamos que hacer guardias en el pueblo para evitar problemas con la población. Esos militares nunca aparecieron. Algunos hablábamos en inglés como Alejandro Meringer que lo hacía perfectamente (fue uno de los traductores de los militares), un muchacho González que también lo hacía muy bien y yo. No teníamos mucho contacto con los kelpers, pero cuando lo hacíamos nos miraban con mucho odio. A los más de cien que éramos nos dividieron en grupos de quince bajo la orden de un teniente, un sargento y un cabo. Fuimos ocupando lugares alrededor del pueblo y establecimientos como la planta Antares, la gobernación, a las afueras del hospital, el pueblo, un lugar que se llamaba Moody Brooks (cuartel de los ingleses), el aeropuerto etc. El 6 de abril me mandaron afuera de la casa del gobernador para cavar posiciones, ahí entablé una relación con el chofer del general Ham, le decían Mister Dont un kelper de 50 años que tenía a cargo el cuidado de la casa del gobernador, como yo hablaba inglés nos daba alguna cosas para comer.

Supuestamente íbamos a ser la guardia del nuevo gobernador argentino. En esos primeros días charlábamos mucho con Dont, no entendía porque seguía existiendo la colimba. Él decía que la patria tiene un valor, la bandera tiene un valor, pero la vida de él tenía un precio.

Continúa…


 

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