COLUMNA DE OPINION
Por VGM Enrique Oscar Aguilar
El Regimiento de Infantería 4
En esta oportunidad a mí me corresponde participar en las operaciones en Malvinas como oficial de inteligencia del Regimiento. 4 de Infantería; mi grado es teniente primero.
Parte III
Tuvimos que suspender durante dos preciosas horas la bajada de los cerros en la oscuridad, porque nevaba y los barcos estaban tirando. Afortunadamente después los barcos desplazaron el fuego hacia otro lado, la nieve acabó y quedó un gran colchón. A eso de las tres o cuatro de la mañana —no olvidemos que hay oscuridad hasta las ocho de la mañana— pudimos seguir bajando con la gente. Con las primeras luces, la gente estaba cargando camiones y continuando a pie. Otra gente cargaba los helicópteros y nos quedamos con una pequeña defensa antiaérea. Aparecieron los Harrier cuando afortunadamente los helicópteros se habían ido, pero atacaron nuestras columnas de marcha. Es decir, tropas reunidas en un camino, camiones cargados reunidos también —quiero decir en un lugar muy visible y expuesto—, y nosotros, desde la cima del cerro donde esperábamos los helicópteros, empezamos a disparar contra los Harrier. No sé si habrá caído alguno, aunque le pegamos cualquier cantidad con munición trazantes, pero no podemos decir que los hayamos visto caer.
Los aviones ingleses volaban día tras día, a cualquier hora, nos fotografiaban y ¡hasta les hacíamos caritas! Esa es la verdad. Nos atacaban con distintos resultados, especialmente sobre algunos depósitos y material. También nos volaron unos camiones y fuimos teniendo bajas, pero por suerte y por entonces leves; o sea, heridos.
Volviendo al ataque de los Harrier que estaba relatando, tuvimos que suspender los helicópteros y la gente continuó replegándose, aunque fuera entre las piedras. Fue muy duro ese repliegue por todo el problema este, que es como que a uno lo encuentren en piyama en su casa.
Esa mañana mientras nos atacaban los Harrier, recibimos desde territorio enemigo un comando que era el único que quedaba de una patrulla. Nos informó con más claridad dónde estaba y qué movimientos había hecho el enemigo. Este comando volvió realmente desgastado, hecho pelota, con toda la ansiedad por explicarnos lo que había observado. Los demás compañeros quedaron, no volvieron. Después, con el tiempo, se confirmó la muerte de algunos y otros aparecieron heridos en las líneas inglesas.
Ya en el monte Harrier nos desplazamos con frente a Darwin y a San Carlos. Ahí sí ya tuvimos nosotros combate de patrullas. Además, esa misma noche ya nos estaban disparando con artillería de tierra o sea que, sí nos hubiésemos quedado en el otro lugar, en este momento no estaría acá; o sí, pero no hubiéramos tenido entonces la dignidad con que pudimos combatir. Porque uno va a llevarle gloria a la Patria, pero no va a morir porque sí. Uno quiere héroes vivos, al menos eso es lo que les pedía a nuestros soldados. –
En la madrugada siguiente una patrulla fue a la antigua posición nuestra, y ya estaban los ingleses allí. Tuvimos entonces nuestras primeras muertes; muertos que intentamos recuperar con otra patrulla, pero al final no se pudo.
En todo momento, salvo cuando había fuertes vientos y nevaba, los helicópteros ingleses eran dueños de la noche y la artillería empezó a concentrar fuego sobre nosotros. Tiraban una bengala y había una concentración en cincuenta metros cuadrados y así fueron batiendo los cerros. La artillería inglesa nos podía batir, pero nuestra posición le impedía batir a Puerto Argentino y en esa situación estuvimos aproximadamente diez días. Los helicópteros enemigos se veían a simple vista y la artillería descargó su mayor violencia sobre nuestras posiciones. Tuvimos nuevos contactos nocturnos de patrullas y combates entrecortados, dispersos y rechazados,
Así como nosotros teníamos comandos en ~ dispositivos, ellos tenían los suyos metidos en los nuestros. En esa gran extensión que cubríamos, como los dedos de una mano, quedaban claros: era imposible cubrirlos con esos efectivos.
Al regimiento le tocó realmente una difícil misión; era muy duro estar en la violencia de la artillería día y noche… Le tiraban al camión de la comida, le tiraban a la cocina, le tiraron… en fin tiraron a todos lados. Pero también les contestábamos de vez en cuando con nuestras baterías, con nuestros morteros, siempre tratando de no delatar nuestras posiciones, pues ya sabíamos los radares que usaban: cuando tirábamos con morteros ahí nomás caían diez o veinte proyectiles en segundos. Ese fue un gran problema. Realmente era una lluvia de proyectiles ingleses.
Hasta ese momento teníamos cuarenta bajas. Nuestras patrullas, pequeños destacamentos dé diez o quince hombres, comenzaron a chocar con efectivos de cuarenta, cincuenta, sesenta hombres de ellos. Era evidente que estaban acercando gente, y así como nosotros chocábamos a retaguardia de ellos, los ingleses a su vez chocaban a retaguardia nuestra con efectivos nuestros. Era como los tanteos iniciales en el box, o sea el primer round. Les causamos muchas bajas a ellos; realmente era destacable la actuación de nuestros comandos. Nosotros recibíamos estas patrullas diezmadas, con sus heridos y sus muertos también. Pero los ingleses también salían con sus muertos y heridos y uno sentía la satisfacción de la revancha. Fue muy parejo.
Hasta ese momento la parte nuestra se mantenía bien y en las patrullas de nuestro regimiento actuaban soldados voluntarios, y en los comandos —por supuesto— eran todos oficiales y suboficiales.
Había muchos helicópteros de ellos; para nosotros mover la munición significaba tal vez tres noches sin parar—bajo el fuego y con la carga al hombro— subir al cerro mientras ellos cómodamente con los helicópteros llevaban el triple de munición en un ratito.
Un día de gran neblina hubo una serie de choques con el frente de las compañías nuestras; choques grandes en los cuales se empeñaban ya efectivos nuestros, importantes en hombres.
Esta neblina nos tuvo así unos seis días, que ellos aprovecharon y ya medio estaban tocando los flancos nuestros. lero el regimiento seguía resistiendo bien y empezamos a cambiar de posición ciertas fracciones. Cambiamos las armas pesadas de lugar para evitar que con el conocimiento que obtenían por la mañana, les sirviese para tener éxito por la noche. Varias veces pasó que sus ataques cayeron al vacío, precisamente por estos cambios, así que se quedaron en nada.
Continúa…