COLUMNA DE OPINION

Fortín Malvinas

Por VGM Enrique Oscar AGUILAR

 

ESCUADRON “ALACRAN” GENDARMERIA NACIONAL ARGENTINA

Garra valor y sacrificio fue lo q dejaron los hombres del escuadrón Alacrán

Eran todos combatientes profesionales de la Gendarmería Nacional y habían pasado por un largo período de entrenamiento. Se trataba de comandos comprometidos con la ciencia de la guerra y el arte de la paz. Eran todo valor y ejemplo. Ellos tuvieron el honor de actuar en el Teatro de Operaciones Malvinas, lo hicieron junto a sus pares del Regimiento de Infantería 25.

Los cuadros de la Gendarmería Nacional tienen instrucción y estado militar. Toda vez que exista una situación de guerra en la que se encuentre amenazada la soberanía nacional, pueden ser convocados para integrar un componente terrestre.

En cualquier situación de conflicto bélico, las tropas de operaciones especiales se convierten en una herramienta indispensable para la conducción estratégica por contar con una capacidad de respuesta eficaz, inmediata y contundente

En mayo de 1982, en función de la situación bélica que se vivía en Malvinas, se conformó un elemento móvil de combate que se llamó tropa Especial 601, que luego, por iniciativa de los propios integrantes se denominó Escuadrón “Alacrán”, nombre con el que pasó la historia.

Un relato nos dice que el 27 de mayo, en Comodoro Rivadavia, “Compramos una bandera argentina con los únicos sesenta pesos que nos habían dado. Le dibujamos el símbolo bélico de nuestro Escuadrón en un negro intenso y, sumamente emocionado, juramos defenderla hasta perder la vida. Hoy, esa bandera nuestra tan querida, que no entregamos al enemigo, la conservamos como sagrado baluarte.”

“Subimos al Hércules que nos transportaría a Malvinas. El viaje se produjo en total silencio. Cada uno inmerso en sus pensamientos. Sólo oíamos el imponente rugido de los motores y veíamos olas que empañaban las ventanillas. Prácticamente volábamos sobre ellas.”

Los oficiales, suboficiales y gendarmes estaban bajo las órdenes del entonces comandante José Ricardo Spadaro. Eran todos combatientes profesionales y, como consecuencia de los enfrentamientos, sufrieron siete muertes; la mayor proporción de bajas en relación al número de integrantes de una unidad. En total eran cuarenta hombres.

Los “Alacranes” puestos en acción, dieron inmediata respuesta a los requerimientos estratégicos. Ellos, como todas las fuerzas de elite que operaron en Malvinas estaban preparados para cualquier acción ofensiva. El 30 de mayo recibieron la orden de ocupar cinco alturas para actuar como alerta temprana, en el sector oeste, cubriendo una línea más allá de los cerros Dos Hermanas, dos riscos gemelos, pero sin llegar a Monte Kent que en ese momento ya estaba en poder de los ingleses. El combate allí era letal. Los ingleses se habían infiltrado en nuestras posiciones y una patrulla del Ejército Argentino había caído en una contraemboscada. La situación que se vivía en Dos Hermanas indicaba que se acercaba el momento decisivo.

El movimiento de los “Alacranes” hasta la posición señalada se realizó en un helicóptero del Ejército que fue alcanzado por un misil enemigo que lo precipitó a tierra y apenas caído fue atacado desde el aire por un avión Sea Harrier. Esta acción provocó la muerte instantánea de seis gendarmes y resultó gravemente herido el sargento primero, Justo Rufino Guerrero.

Ese fue el día del Bautismo de Fuego del Escuadrón “Alacrán”. Esa página de gloria tiene un agregado, las actuaciones heroicas del segundo comandante Ramón Gumersindo Acosta y del sargento primero Carlos Pepe, quienes socorrieron y rescataron al subalférez Aranda y al mismo suboficial Guerrero.

También ayudaron a otros integrantes de la patrulla que se encontraban atrapados en el helicóptero abatido y que se hallaba a punto de estallar por el fuego que alcanzaba la munición que transportaba. El segundo comandante Acosta estaba muy golpeado, dado que antes que el helicóptero impactara sobre el suelo, logró desprenderse voluntariamente de la aeronave y golpeó fuertemente en la turba. Pensando en su familia, Acosta, esa misma noche, le escribe una carta a su hijo en la que contaba lo ocurrido ese día.

Sin embargo, nada era preocupante al extremo; los integrantes de “Alacrán” habían sido preparados para actuar en tiempos de tranquilidad, para reaccionar en momentos de crisis y para trabajar en conflictos abiertos. Los cursos teórico-prácticos les habían proporcionado conocimientos de inteligencia, sabían la técnica de la exploración, el reconocimiento estratégico y estaban aptos, llegado el caso, para llevar adelante un enfrentamiento no convencional.

Después se les asignó una nueva misión. Fue el 10 de junio, en cercanías del Monte Kent, donde en una emboscada, resultó herido el gendarme Pablo Parada y es herido de muerte el suboficial Ramón Gumersindo Acosta, que cerró la página de los siete gendarmes que hicieron realidad la sentencia latina “Dulce et decorum est pro patria mori” (Es dulce y decoroso morir por la patria). Ellos eran: El primer alférez Ricardo Julio Sánchez, subalférez Guillermo Nasif, cabos primeros Marciano Verón y Víctor Samuel Guerrero, cabo Carlos Miguel Pereyra y gendarme Juan Carlos Treppo.

Sobre el final de la guerra, Alacrán fue destinado a defender una posición cercana a Puerto Argentino. Luego de resistir victoriosamente ataques de los ingleses, el comandante Spadaro entendió que había que abandonar algunas posiciones ya que había riesgo de que sea alcanzada por fuego de artillería. “A la mañana siguiente, después del bombardeo nocturno había quedado en pie solo la chimenea. Hasta el día de hoy, bendigo mi acertada premonición”

El jefe rescató su reencuentro con Dios y la paz de su espíritu después de haber vivido tantas situaciones límites. “Esta disposición espero que me acompañe toda mi vida”.

El 14 de junio, dispuesto el cese del fuego, se inició el repliegue hacia Puerto Argentino. Dos días después, el grueso del Escuadrón Alacrán era embarcado en el buque Canberra rumbo al continente. La bandera volvía escondida entre las ropas del subalférez Aranda.

Un mes después de producida la rendición, el buque “Saint Edmund” trasladó a los jefes del Escuadrón, comandantes Spadaro y Díaz, junto a otros oficiales y suboficiales de las Fuerzas Armadas.

De la participación casi olvidada de la Gendarmería Nacional en la guerra de Malvinas, se rescata la fortaleza de sus hombres, la valentía y el arrojo, la humildad, la perseverancia y la voluntad. Se trata de una rúbrica indeleble. El ejemplo, sin duda, alimenta el espíritu de quienes hoy portan las insignias de la Fuerza.

«Gendarmes, centinelas de la patria, héroes caídos en Malvinas, honor y gloria es vuestro legado. Descansen en paz».

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