COLUMNA DE OPINION

Fortín Malvinas

Por VGM Enrique Oscar AGUILAR 

El Regimiento de Infantería 4 

En esta oportunidad a mí me corresponde participar en las operaciones en Malvinas como oficial de inteligencia del Regimiento. 4 de Infantería; mi grado es teniente primero. 

Parte II 

A partir de ahí se tomó más conciencia de la gravedad de la situación. No nos olvidemos de que nuestra unidad estaba totalmente al descubierto por el hecho de haber llegado a la noche a ese lugar. Ahí nomás se dio la orden de ocupar ciertos cerros y tratar de reforzarlos. Teníamos problemas administrativos por el material destruido en la pista y los aviones que no habían pasado, y debíamos replanteamos muchas cosas. Inclusive adecuar la gente y todo a otras alternativas y usos, a lo que teníamos. 

La unidad quedó un poco desinflada en medios, pero se empezó a recuperar munición con apoyo de otras unidades y fuimos recuperando material que nos fue consolidando más en las posiciones. 

Aparecieron los barcos y tiraban; nosotros observábamos el combate aeronaval. Veíamos los barcos, avisábamos en qué rumbo venían, la distancia, cuántos eran y, si podíamos, dábamos las características. Esto lo hacíamos mediante radares y observación. Informábamos a Puerto Argentino y de ahí se tomaban las previsiones. De noche evidentemente la fuerza aérea no operaba, pero se fueron tomando una serie de medidas con cañones y artimañas. Los barcos, con el tiempo, empezaron a cuidarse algo. Nosotros estábamos a siete u ocho kilómetros de la costa y esos barcos operaban con helicópteros elevados. Siempre los tenían. 

Los veíamos sobrevolar y empezábamos a hacer una contrabatería eficaz, tal es así que nos daba risa ver en el radar al helicóptero subir, bajar, cambiar de posición, porque venía espiando a ver adónde podía estar el cañón. También en las costas estaban previstas avanzadas de combate, grupos muy reducidos realmente muy valientes que se adelantaban hasta ocho kilómetros, todos los días y todas las noches, para tomar contacto con los ingleses por si hubiera desembarco. Eso fue muy duro, porque el camino a la costa era tremendamente difícil. 

Después de la caída de Darwin, no puedo precisar realmente la fecha, hubo una serie de informes que nos advirtieron dónde estaban los ingleses. Estaban avanzando a unos veinte kilómetros de nosotros. Más allá de nosotros y hacia los ingleses, si bien había tropa nuestra, eran grupos reducidos que más que nada tenían la misión de dar la alarma e informar. Por nuestra parte, tuvimos una serie de experiencias, como encontrar restos de patrullas de comandos y elementos de ellos muy cerca de nosotros. No se daba el combate por casualidad, al no encontramos, frente a frente, pero encontramos, como dije, residuos que indicaban que por ahí andaban. 

Ya sabíamos que los ingleses estaban y que lanzaban—igual que nosotros— gente para informar. Estas patrullas siguieron un poco así, sin combates, y la artillería todavía no la sentíamos, excepto la de los barcos que venían de noche; o de día cuando había neblina y seguían tirando. 

En esa época empezaron a aparecer —y nos tiraron— los misiles antirradar, los antirradio, y a la vez empezaron para nosotros las limitaciones en el uso del radar y de la radio. También teníamos grandes interferencias, inclusive nos insultaban los ingleses. Aparecen ciertos elementos que nosotros no teníamos. Pero no pensábamos que nos iban a vencer. Nos decíamos: «Contra nosotros no van a poder». Con los que yo hablaba, la idea general era: había que darles con lo que fuera, con piedras o con lo que fuera. No teníamos malas armas, pero esas armas imponían un cuidado mayor que en el continente, por la gran humedad. 

Inclusive el frío cambiaba muchas cosas, como sucede con un coche. No es lo mismo tenerlo en Buenos Aires que estacionado en Ushuaia. 

En el monte Kent había una fracción destacada que se tuvo que replegar con los ingleses realmente pisándoles los talones. Llegaron a nosotros con los ingleses en los talones. Los nuestros iban por una punta del monte y los otros iban trepando. Esa fracción no tenía, por efectivos como por armas, capacidad de responder a un ataque importante. 

A esta altura nuestros comandos ya habían entrado en combate con los ingleses en muchas oportunidades, pero por suerte se recuperó mucha gente: herida y todo, pero viva. 

Los Harrier iban y venían, aunque más sobre Puerto Argentino; los barcos sí nos daban de noche y, como dije, descubriendo restos de los comandos ingleses cerca de nosotros, Tal era la situación. Ya se habían perdido helicópteros que nos restaban capacidad, y se habían perdido buques como el «Carcarañá», el «Isla de los Estados», el de Prefectura. – Los comandos nuestros que actuaban en la profundidad del enemigo nos hablaban de tremendas rutas de helicópteros ingleses. Ya sentíamos los helicópteros próximos en las noches cerradas sin viento. 

Un día, a las ocho de la noche, llegó nuestro jefe, que había bajado al pueblo para una reunión de comando, y nos impuso la situación. Se apreciaron todas las posibilidades y no quedaba otra que pelear retrocediendo o arriesgarse a que nos agarraran justo en el repliegue y hacernos fuertes en los montes Two Sisters y Harriet, y resistir allí. 

En Harriet ya teníamos pequeñas fracciones, es decir, esto es como las manos. Uno pone las manos para que no le peguen en el cuerpo. Las manos de Puerto Argentino éramos estos grupos, pero en el momento en que una de esas manos siente que quema, para ese lado se mantienen las mayores prevenciones. No irse de boca, pero pensar y tratar de apreciar por qué el enemigo va por ese lugar. 

Se tomó la decisión de hacer el cambio de frente y dirigirse a Two Sisters y Harriet, donde el regimiento daría el combate. El repliegue hacia allí debía ser tipo relámpago. Se decidió qué era lo que no servía y salir con todas las armas, munición, medicamentos —en fin, el equipo—, para lo que nos asignaron tres helicópteros. La orden era mover de noche todo lo que se pudiera y reunir el material pesado en determinados lugares para ver si los helicópteros podían sacarlo al otro tipo de material, bajarlo hasta donde llegarían tres camiones, y luego bajar la gente. Para colmo, a las diez de la noche, vinieron los barcos, empezaron a tirar y encima comenzó a nevar; así que realmente fue caótico.

Continúa… 

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