COLUMNA DE OPINION

Héroes de Malvinas

Por VGM Enrique Oscar Aguilar

 

LOS HEROES DE MONTE TUMBLEDOWN

 

Primera Parte

A casi 33 años de la máxima resistencia ofrecida a los brits por la gloriosa Cuarta Sección del Bim 5, comandada por el heroico – y no reconocido al día de hoy ni por la propia Armada – teniente de corbeta Carlos Daniel VAZQUEZ. LOS HEROES DE MONTE TUMBLEDOWN las 21, el enemigo comenzó a bombardear las posiciones en el Monte Tumbledown de la Cuarta Sección del BIM 5, comandada por el teniente de corbeta Carlos Daniel Vázquez. El ataque de la artillería de campaña británica continuó sin interrupción hasta las 23,10. Un momento antes, Vázquez se había ubicado en la boca del pozo para tener una visión amplia de lo que ocurría y al mismo tiempo, dar las órdenes y formular los pedidos a través del suboficial Fochesatto, quien había pasado a desempeñarse como radio operador.

En ese instante, el conscripto Guida, desde un pozo situado a la izquierda, le grita: – Señor! ¡Señor! ¡Lo hirieron a Khin! -Ya voy! -le responde Vázquez, dejando el fusil en el pozo para poder correr con mayor velocidad. Cuando llegó, el conscripto Khin estaba afuera, tomándose el estómago, con la mirada perdida y tambaleándose, con las piernas muy abiertas. Con el mismo impulso de la carrera, lo empujó hacia el interior, al tiempo que le decía: –¡Estás loco, parado afuera! Una esquirla de artillería le había abierto el costado derecho del abdomen y no existía posibilidad alguna de evacuarlo. Otro soldado se introdujo en el pozo para ayudar. La oscuridad era total y sólo entraba algo de luz con el resplandor de las explosiones. Vázquez, tanteando la herida, intentó taponarla y comenzó a practicarle un vendaje de emergencia. En eso estaba, cuando cesó el cañoneo.

No había pasado un minuto luego del último disparo de artillería, cuando se escuchó nítidamente el inconfundible sonido de una ráfaga de ametralladora Sterling, ahí nomás, en la misma boca del pozo de zorro. ¿Qué había ocurrido? Los ingleses habían aprovechado el intenso fuego de artillería, para aproximarse a escasos metros de la Sección. -¿Quién puede estar tirando con Sterling? Voy a ver qué ocurre -exclamó Vázquez extrañado. Cuando sacó la mitad del cuerpo fuera del pozo se quedó petrificado: dos ingleses, cada uno a no más de cinco metros y a ambos costados de donde estaba Vázquez iban avanzando y disparando. El de la Sterling, con la bayoneta calada y el otro con un FAL, con un cigarrillo en la boca. Fue entonces que Khin comenzó a gritar de dolor. Vázquez se zambulló de cabeza en el pozo y la tapó la boca. – Cállate, Gringo, porque acá nos cocinan a todos – le dijo en voz baja. Era imprescindible que regresara de inmediato a su pozo, por varios motivos: se encontraba en el extremo izquierdo de la Sección, a unos 100 metros de su posición, que estaba en el centro, lugar desde donde tenía que dirigir el combate. Allí estaba la radio, único enlace con su jefe. Además, recordó que había dejado su fusil, cosa que lamentó. -Termina de vendarlo -dijo Vázquez al conscripto que le ayudaba con Khin -. Yo regreso a mi posición. Sacó la pistola que llevaba en el chaleco y una granada de mano y le quitó el seguro. Cargó el arma y salió del pozo corriendo.

En esos momentos pudo observar que el tiroteo se había generalizado. Los británicos habían pasado al asalto con bayoneta empleando gran cantidad de hombres y a medida que pasaban cerca de los pozos disparaban sobre ellos. Mientras corría, Vázquez se cruzaba con los ingleses a menos de cinco metros, justo cuando la ola de asalto estaba encima de las posiciones de la Cuarta Sección, caminando entre los pozos. Los Guardias Escoceses, preocupados por utilizar todo el volumen de fuego que disponían contra los soldados argentinos que, enterrados, les disparaban sin cesar, se sorprendieron al ver a un hombre del otro bando corriendo entre ellos. Era una situación confusa e ilógica, que ocurría en segundos y que no dejaba mucho margen para la reacción. Es razonable aceptar que en medio del asalto un enemigo escape, pero resulta difícil imaginar que corra a lo largo de la posición. Por ello la reacción fue tardía. En esos instantes, se encendió un iluminante y la zona quedo como si fuese de día. Ahí es cuando Vázquez comenzó a ver la munición trazante que se cruzaba delante suyo.

Le estaban tirando con fusiles y ametralladoras. Ante esa situación, tenía dos posibilidades: o se tiraba en un enorme cráter que había cerca, provocado por un proyectil de artillería o se hacia el muerto. Optó por simular que le habían pegado un tiro y se dejó caer boca abajo, con las piernas y los brazos abiertos. En la mano izquierda, la granada sin seguro; en la derecha, la pistola. La cara sobre la derecha, con el ojo derecho cerrado, porque le había quedado hacia arriba, y el izquierdo abierto. Los escasos segundos que siguieron le parecieron una eternidad; para colmo, el iluminante no se apagaba. Algunos ingleses pasaron tan cerca, que la nariz solo le permitía verles desde las rodillas hasta las botas. Tuvo miedo de que los nervios lo traicionaran y que al moverse algún inglés se diese cuenta que no estaba muerto. Sabía que le podían dar el tiro de gracia o el bayonetazo y por ello puso dura la espalda, esperando el final.

“Tengo que quedarme quieto, no moverme, no salir corriendo, porque no llegaré a mi pozo”, pensó. Y comenzó a rezar. Segundos después, cesó la iluminación. Como un resorte, se levantó y comenzó a correr, mientras tiraba con la pistola. El piso estaba lleno de piedras salientes, pequeños agujeros y cráteres de regular tamaño. Para colmo de males, una capa de hielo formaba un manto peligroso. Ya sin aliento, y con las piernas prácticamente sin responderle, observó que en la boca del pozo no había nadie. Sin dudarlo y a pesar de que tenía una profundidad de 2 metros, se zambulló de cabeza. «Foche, realmente creí que no iba a llegar nunca”, le dijo al suboficial Fochesatto, quien estaba sorprendido por la forma en que su jefe había caído dentro del pozo. –¿Qué pasó, señor?-Hirieron a Khin- -respondió Vázquez, jadeante. – Los ingleses nos atacan con muchos hombres. Se tomó unos segundos para recuperarse, guardó la pistola y tomó el fusil, asomando medio cuerpo fuera del pozo.

Continúa…

 

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