Hay circunstancias, momentos en la vida de cada ser humano, en que nos sentimos caer; venirnos “A Pique” como cuenta la canción de Aca Seca Trío:“No es que me caiga, es que voy pa´ abajo a buscar el fondo de lo que soy de una buena vez”.
A lo largo de nuestra existencia inevitablemente pasamos por crisis, momentos de cambio, duelos, inestabilidad. Es comprensible que no nos guste demasiado atravesar por estas etapas tan movilizantes. En general el bienestar es lo que todos queremos sentir y es más adecuado para publicar en las redes sociales. Solemos mostrar nuestros logros, nuestras conquistas, nuestros mayores beneficios. De algún modo tengo la sensación que eso mismo nos deshumaniza tanto como nos condiciona.
Ser humano implica un sin número de matices. No siempre tenemos la posibilidad de elegir, a veces las situaciones del devenir vital se nos imponen y desarman nuestras estructuras conocidas: parecían tan sólidas y sin embargo de pronto pueden derrumbarse.
Es allí donde debemos recurrir al acervo de herramientas internas y externas para sortear con integridad cada obstáculo, pudiendo transformarlo en una oportunidad de cambio, de aprendizaje, de crecimiento.
Acostumbramos, muchos de nosotros, a resistir e intentar controlarlo todo. Suponemos que así las cosas irán mejor. En algunas ocasiones sucede todo lo contrario. Entonces, pese a nuestros esfuerzos, sobreviene una debacle aún peor. La ilusión de tener todo controlado nos transforma en personas rígidas, con tensiones que nos llevan a conflictos interpersonales, al deterioro en nuestra salud y a la insatisfacción.
El acontecer vital implica movimiento, en equilibrio con nuestra propia naturaleza.
En cada situación en que nos sentimos atrapados me gusta pensar que podemos recurrir a las Tres “P”. Aquí las convoco: Paz Interior, Paciencia y Perdón.
Sostenernos en la firme intención para encontrar un modo de poder estar con eso que nos sucede (sea interno o externo) sin resistir, buscando un espacio de Paz interior, ¿Cómo hacerlo? Enfocándonos en lo más simple, en aquellos recursos que están al alcance de la mano:
Tomar aire y permitir que esa inspiración nos devuelva a nuestra posibilidad de acción y reparación de aquello que esté sucediendo en lo cotidiano.
Aún en lo irreparable hay posibilidades: la aceptación que permite Integrar lo inevitable atravesando el dolor que ello implique.
Asistirnos con Paciencia para confiar en el proceso. Hay situaciones que no se resuelven mágicamente y con una sonrisa. Necesitan de un tiempo de reposo, de encuentro, de silencio. Siguiendo la canción antes mencionada: “Nada me puede atajar, nada firme adelante mío, no es que me caiga, se me ha ido el suelo y lo voy a seguir.”
Considero que es muy importante ofrecernos una actitud de Perdón hacia nosotros mismos por aquellas cosas que no podemos resolver aún, que no podemos abordar todavía, en las que no somos capaces de avanzar por el momento. Ser compasivos es liberar un monto de disponibilidad energética para sanar, lo que haya que sanar. La crítica severa y exigente sólo nos detiene en un sinnúmero de malestares con nosotros y con el entorno.
Somos humanos y como tales seres racionales, emocionales, espirituales. Nuestra humanidad nos invita a la vivencia de experiencias de una amplia gama, ello nos implica sensaciones de variada intensidad.
Las palabras de Carl Rogers nos ilustran sobre esta idea: “Si fuera estable, prudente y estático viviría en la muerte. Por consiguiente acepto la confusión, la incertidumbre, el miedo, los altibajos emocionales porque ese es el precio que estoy dispuesto a pagar por una vida fluida, perpleja y excitante”.
Counselor Gretel Islas.