Interés General

Fortín Malvinas

Por VGM Enrique Oscar Aguilar 

CIVILES EN MALVINAS

Última Parte

… La tarde de un sábado en la que instalamos el sistema irradiante en la parte posterior de la casa; el enemigo que lo espiaba todo desde sus satélites “gentilmente cedidos”, además de contar con los informantes que mimetizados en la población se infiltraban entre nosotros, efectuó varios ataques en dirección a nuestra posición…cuatro bombas detonaron en distintos sectores cercanos a la casa. Dos en el agua que nos prodigaron el “vistoso” panorama de poderosos surtidores del líquido elemento de unos cuarenta metros de altura, según la perspectiva de la distancia a la que nos encontrábamos; otra en el extremo derecho de la bahía, frente a la parte posterior de la casa y la restante frente a nosotros, junto a los tanques, que según comentarios, eran de agua potable.

Nos protegimos un poco ante la primer alerta roja, en la segunda apenas nos detuvimos mirando el cielo cubierto y en las dos restantes ni miramos, sino que proseguimos la tarea junto con el Suboficial Principal Saraza, un mecánico de equipos de comunicaciones de campaña perteneciente a la Compañía de Patricios, el que ordenó a la tropa que le dependía que se refugiara en los pozos.

Recuerdo con total nitidez, que a medida que ultimábamos los detalles para ubicar el mástil sobre una base plana, tomándolo de los tensores para vientos, desde las posiciones de las armas antiaéreas próximas nos gritaban los grados de aproximación de los aviones enemigos, los que a su vez Saraza nos los reiteraba en voz alta. Se trataba de un procedimiento rutinario, mecánico, que se cumplía metódicamente pero que en nada alteraba nuestra tarea.

Al comentarlo ahora, no puedo transmitir con elocuencia el razonamiento de cada uno de nosotros y que movimientos ejecutábamos…, no nos interesaban los ataques, por el contrario, más de uno dirigía un buen insulto a las nubes que disimulaban la presencia enemiga. Se continuó el tremendo esfuerzo que demandó alzar el mástil metálico de casi quince metros de altura, sobre un piso que temblaba debido a la trepidación de las baterías antiaéreas, en medio del fragor ensordecedor que estremecía el espacio y nuestros sentidos. Parábamos sólo para no perder el espectáculo de los surtidores de agua impulsados desde las entrañas del mar y los destellos que producían las explosiones en el suelo.

Epílogo

Cuando oigo al “charlatán”, aquél que con facilidad maneja situaciones hipotéticas, lamento no haberlo tenido junto a mi, tan sólo dos minutos con la probabilidad de saltar por el aire reventado o simplemente arrojado a diez metros de distancia por la onda expansiva de una explosión, ¡tan sólo dos minutos con aquella realidad!, siempre alejada de lo que por la boca expresan y demuestran algunos argentinos de esta generación sin guerra, sin modelos reales, sin ídolos de la humildad y la cultura…generaciones de las que también formo parte, en las que muchos, lamentablemente han pretendido destruir, parte de los ideales, de la grandeza, de la heroicidad de aquellos hombres, quizás por ignorancia, soberbia, envidia o irremediable inferioridad.

Y así fueron aquellas cosas… y así esos hombres, con inmenso patriotismo, dejaron en la turba de Malvinas el mojón de sus ideales y de la Soberanía Nacional, que jamás podrá ser erradicada.

(*) Durante cuarenta años fue funcionario de carrera en la Secretaría de Comunicaciones. Durante la guerra se desempeñó en los cargos expresados en el relato. Es autor del libro “Una gaviota en Malvinas”, en mérito a su actuación recibió por parte de la Comisión Permanente de Homenaje a la Gesta del Atlántico Sur la Estatuilla Malvinas Argentinas.

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