Un joven, que se encontraba con la cabeza baja, llamó la atención del sacerdote.
«¿Cuál es el problema, hermano?» le preguntó al joven. «Yo percibo que he sido un fracaso en mi vida cristiana. Soy débil en mis decisiones, aún guardo rencor en el corazón por cosas que otros me hicieron, no tengo virtudes y ni dones, como muchos aquí en la iglesia». El sacerdote, con mucho cariño, le dijo a él: «Tienes una grande virtud… has reconocido que eres pecador y recibiste a Cristo en el corazón.»
¿Por qué lamentamos nuestros defectos y no agradecemos al Señor por todo de positivo que tenemos? ¿Por qué nos importa más lo que no somos o lo que no tenemos que con todo cuanto el Señor ya nos dio? Y si tenemos muchas cosas dadas por el Señor, ¿por qué no esperar a qué nos dé también las demás cosas?
La Palabra nos dice que al pedir, recibiremos de Dios todo aquello que edifica nuestra vida espiritual. Si constatamos que somos débiles o flacos en ciertas circunstancias, pidamos a Dios que nos fortalezca. ¡Y tendrá placer en atendernos! Si aún conservamos almacenados en nuestros corazones los momentos de ira del pasado, pidamos a Él que sustituya todos ésos
momentos por pleno y perfecto amor. ¡Él nos atenderá! Si deseamos ser útiles en la obra de Dios y reconocemos que nos faltan talentos, pidamos a Dios que nos reviste de poder para ser una gran bendición en sus manos. ¡Él nos atenderá!
Todos nuestros puntos negativos podrán ser transformados en positivos, si ésa es nuestra voluntad y si, de todo el corazón, buscamos a Dios.
Desde la ciudad de Campana (Buenos Aires), recibe un saludo, y mi deseo de que Dios te bendiga, te sonría y permita que prosperes en todo, y derrame sobre ti, Salud, Paz, Amor, y
mucha prosperidad.
Claudio Valerio
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