COLUMNA DE OPINION

¡Pasó la Navidad pero que siga el tiempo de esperanza, de fe y alegría! 

Por Claudio Valerio

 

Es tiempo de Navidad, es tiempo de alegría, es tiempo de celebración: ¡nos ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor! (Lc 2,1-14).

 

Indiscutiblemente, una de las celebraciones más importantes en todo el mundo, es la navidad. La Navidad es un hito importante para gran parte de los habitantes de este mundo y todo lo que ello implica. Fue diciembre un mes cargado de ilusiones y con magia; un mes en los que los preparativos para evocar el nacimiento de Jesús comienzan el 8 de diciembre y continúan con lo próximo, que es recibir el nuevo año y terminar el que está en curso. Se suceden regalos, fiesta, reuniones sociales, reunión con los seres queridos, etc.; todo se hace durante el mes y culminan con el Día de la Epifanía, el Día de los Reyes Magos, que se festeja cada 6 de enero.

La Navidad es una expresión que proviene del latín “Nativitas” y que significa nacimiento y con el que se conmemora el nacimiento en Belén de Jesús Cristo.

Navidad debe ser un estado de ánimo personal que debe ser prolongado en el tiempo. El nacimiento de Nuestro Salvador ocurrió un 25 de diciembre; pero nuestro nacimiento interior, nuestro renacer del nuevo ser debe acontecer en cualquier momento, antes o después, pero en todo momento del año de esta era. ¡Debemos de disfrutar este hecho personal con el que ha marcado la historia de la humanidad!

Cuando pensamos en la renovación, hagámoslo pensando en la alegría de vivir llenos de gracia y en armonía, dejando de lado esos tiempos de hondura en los que solo pensábamos en no haber cometido alguna falta grave. No pensemos sólo en haber salido de crisis, sí lo hagamos en haber conseguido el estado de felicidad.

En estos tiempos de esperanza, es necesaria una preparación interior, es necesaria una conversión de nuestros pensamientos. Es un tiempo en el que, como ocurre con un termómetro, en donde primero se sale de la condición bajo cero, para poder pasar a estar ya sobre el cero, debemos dejar ir a la persona vieja y llegar a la persona nueva.

La renovación se logra con una buena alimentación, física y espiritual, como también la dedicación que le damos a nuestro ser interior. Es un tiempo para dejar morir al hombre viejo, y caminar y ascender espiritualmente hasta la total transformación.

¡Preparemos el camino! Jesús llegó y, con ello, continuemos con el trazado de un camino de reconciliación con nosotros mismos y con nuestros semejantes, que es la mejor manera de preparar nuestro interno.  Sí, reconciliarnos con nosotros es tanto necesario tanto, como con las personas que nos rodean y, más importante aún, es necesaria una reconciliación con Nuestro Salvador, por lo que es preciso que nos transformemos interiormente, hacernos más sensibles en lo que respecta al espíritu y el oído, de manera de llegar a percibir lo verdadero, superando la ilusión de lo aparente.

y; mucho ayuda a conseguir esto si acudimos al Sacramento de la confesión… Convertirse es volver a una nueva forma de vida; es tomar un camino en el que siempre hay que estar preparados para dar un giro de regreso, en caso de darnos cuenta que estamos yendo en la dirección incorrecta, al ver el error, y decidirnos a dar media vuelta para después dirigirnos en dirección correcta. Para esto último, claro está, necesitamos saber hacia dónde nos dirigimos, ser conscientes que pasamos de lo malo a lo bueno, de menos a más, de lo bueno a algo mejor.

Que nuestra amistad con Dios se fortalezca cada día y que nuestro punto de vista natural sea afirmarnos siempre en la fe, y poner siempre a Nuestro Señor el centro de nuestra vida.

 

Desde la ciudad de Campana (Buenos Aires), te envío un Abrazo, y mi deseo que Dios te bendiga, te sonría y permita que prosperes en todo, derramando sobre ti, muchas bendiciones de Paz, Amor, y mucha Prosperidad.

Claudio Valerio

“Valerius”

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