Interés General

¿A dónde habrá ido Isabel?

por Juan Carlos Villalba

-Dale sacame una foto tocándole las tetas – dijo Juancito Deandrea.

¡Uh!!! – ¡Que buena que esta! – dijo el colorado, antes de salir corriendo en busca de la cámara fotográfica. Eran las 18.45 hs.

Justo cuando el sol dibujaba sobre la pared de la casa del viejo Alejandro, las figuras más extrañas que recuerde, descubrirlas y encontrarles un parecido, resultaba un entretenimiento muy divertido.

En esa etapa de nuestra edad, en la que todo lo relacionábamos con sexo, solo “veíamos” culos, tetas, minas desnudas, etc.

Una tarde descubrimos a Isabel Sarli, y todos queríamos tocarle las tetas.

 Cuando “El Colo” llego con la cámara, el sol había modificado su posición e Isabel se había “ido”, pero juancito seguía con las manos apoyadas en la pared.

 -Dale Sacala igual – dijo.  Y el Colo la sacó.

Todos sabíamos que ella “estaba ahí”.

Aquella foto pequeña, en blanco y negro, ajada, con un encuadre defectuoso y sin ningún valor artístico, olvidada por 40 años en una caja de zapatos, cobraba ante nuestros ojos, un valor sentimental incalculable.

Cuando el negrito Ibarra, la dejo, junto a otras viejas fotos, sobre la mesa, una sensación extraña nos invadió. Los viejos amigos de aquellos años, presentes en la reunión, sabíamos que esa foto tenía algo especial que la diferenciaba de las demás.

Fue como un disparador de emociones, un despertador de sentimientos adormecidos. Podría decir que tenía cierto poder hipnótico, pues nos quedamos en silencio un largo rato, era algo que nos unía y remitía a una época muy feliz.

 Miren che, es la foto de Isabel – dijo Cachito Di Benedetto.

 Sí, es ella – dijo Coco Caselli, con un tono emocionado.

Estos comentarios, demuestran que el recuerdo de esos días estaba intacto, pues en la foto sólo se ve un pibe con las dos manos apoyadas en la pared.

La llegada del asado y el vino, las guitarras y canciones que animaron el encuentro, pareció opacar el tema y la noche transcurrió alegremente.

Al despedirnos, el negrito Ibarra se acercó para abrazarme y me dijo:

 -Mañana voy a verla.

 Aunque sabía de qué hablaba, le pregunte: – ¿A quién? 

– A Isabel.

 -Te acompaño – dije sin titubear.

 En un instante, todos estuvimos de acuerdo.

A las 18.30 hs, frente a la casa del viejo Alejandro, (Génova al 400), después de 40 años, volvíamos a juntarnos para “ver” a la mujer de nuestros sueños.

Emoción, ansiedad y nostalgia se entremezclaban en la espera, y era justificable, habíamos amado a esa mujer casi toda nuestra vida, y en 15 minutos volveríamos a verla.

¿Qué sentiríamos?

Faltando un minuto, Cachito me apretó el brazo mientras miraba el reloj.

Estábamos en la posición correcta y con la foto en la mano, esperando que el sol hiciera su trabajo y nos la mostrara, desnuda y bella, como en aquellos días.

A las 19 Hs. La desilusión, se apodero de todos nosotros, pues Isabel no apareció, ni desnuda, ni bella, ni de ninguna manera, como si se hubiera fugado de la pared.

Mientras nos alejábamos rumbo al café, con la decepción dibujada en la cara tratábamos de encontrarle una explicación a lo sucedido.

¿Porque Isabel no acudió a la cita?

Aparentemente todo estaba igual.

¿Tendría razón Cachito, en que faltan un par de árboles y por lo tanto la luz reflejada sobre la pared no es la misma?

¿O será por el recalentamiento global? – Como opinaba “El Coco”

La culpa es de esos edificios de mierda que construyeron sin control y modificaron la luz solar sobre el barrio – dijo “el Negrito”. (El edificio más cercano estaba a 8 cuadras)

Bah, Todas las minas son iguales – dijo “el bagre”, intentando un chiste que ninguno festejo.

Richard, agudo como siempre, opinó: “Lo que sucede es que nosotros ya no somos los mismos.”

Estas y mil teorías más se barajaron en la mesa del café, tratando de responder un interrogante sin respuesta todavía.

Nos quedamos en silencio, contemplando la llovizna, mientras, como en un melodrama del cine nacional, desde una radio, Julio Sosa nos conmovía con los versos de *El ultimo Café*.

Es que su recuerdo nos llegaba en torbellino, como en el tango.

Por favor, si alguien tiene la respuesta, o sospecha lo sucedido, que me llame a cualquier hora, necesitamos saber: “¿A dónde habrá ido Isabel?”.

 

Realizador cinematográfico, guionista y escritor

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