El Padre Pío de Pietrelcina fue, en vida, un dignísimo seguidor de San Francisco de Asís. Este fraile franciscano, que llevó una emblemática vida, también fue el primer sacerdote estigmatizado en la historia de la Iglesia… Para el santo, básicamente la fe era la vida en oración y sufrimiento.
Por su fe y su amor, Dios a los santos les da dones especiales para el bien de sus devotos; por lo que recurrir a ellos es, en definitiva, honrar al Señor de quien proceden todos los dones.
Un admirador del Padre Pío de Pietrelcina que deseaba ir a confesarse con él, cierto día le pidió un favor imprescindible, necesario, tal como versa su relato.
“Estando en Roma, unos ladrones merodeaban en mi barrio y esto, a modo de precaución, me impedía ir a visitar al Padre Pío. Al final, después de haber hecho un pacto mental con él, “Padre, yo iré a visitarte si tú me cuidas la casa”; me decidí por ir.
Una vez en San Giovanni Rotondo, me confesé con el Padre y al día siguiente, cuando fui a despedirlo, me reprendió: “¿Aún estás aquí? ¡Y yo que estoy sudando para sostenerte la puerta!”… Me puse de viaje inmediatamente, sin haber comprendido qué había querido decirme. Habían forzado la cerradura, pero en casa no faltaba nada”.
La confesión (también conocida como Reconciliación) es un sacramento instituido por Nuestro Señor Jesucristo para el perdón de las ofensas cometidas a Dios por los pecadores, ofreciendo así su misericordia e infinito amor y. Al mismo tiempo, los pecadores se reconcilian con la Iglesia porque está herida por sus pecados.
Dios nos envió a su Hijo, Jesús Cristo, para qué a través de la confesión o reconciliación, sirva de respuesta a un llamado y, para nuestro perdón, la Penitencia que es el sacramento que nos ha dejado de para que sean perdonados nuestros pecados.
Con la conciencia nos tranquilizamos, nos da consuelo espiritual; además, al acercarnos a este sacramento podremos más de nosotros mismo, y es surtidor de gracia para que superemos la fuerza del mal que puede haber en nosotros.
Desde la ciudad de Campana (Buenos Aires) recibe un Abrazo, y mi deseo que Dios te bendiga, te sonría y permita que prosperes en todo, y derrame sobre ti, Salud, Paz, Amor, y mucha Prosperidad.
Claudio Valerio
®. Valerius