En uno de sus tantos seminarios de teología, el profesor y teólogo en la tradición reformada, Lewis Benedictus Smedes, dijo: “Perdonar no borra el amargo pasado. Una memoria curada no es un recuerdo borrado. En cambio, perdonar lo que no podemos olvidar crea una nueva forma de recordar. Cambiemos la memoria de nuestro pasado en una esperanza para nuestro futuro”.
Al perdonar encontramos la mejor manera de lidiar con el profundo dolor que nos produjo una persona.
Al decir »te perdono», no debemos hacerlo como un simple un acto de amabilidad que estamos obligados a hacer. Es una sincera negación a la venganza y es, por el contrario, un »sí» a la paz, o sea una promesa para el futuro. El perdón nos ayuda a sanar nuestra alma, nos ayuda a ver la vida desde una nueva perspectiva y nos prepara a ser más receptivos para lo mejor.
Lamentablemente cuando alguien se porta mal con nosotros o bien nos hiere, resulta fácil guardar pensamientos negativos, amargura y odio en nuestro corazón. Es en esos momentos en que resulta fácil pensar que la mejor opción es la venganza. Si, caemos en el hábito de buscar venganza creyendo, erróneamente, que es lo justo. Pero la venganza es un ardiente deseo de buscar producirle a alguien el mismo dolor que uno siente, es la pasión de conseguir algo con malas intenciones. Pero hay que tener cuidado, porque la venganza nunca nos llevará adonde se quiere ir, por mucho que así se lo quieras; nunca nos dejará en paz, ni igualará el marcador. Mahatma Gandhi, al referirse sobre la venganza dijo: “Ojo por ojo, y al final todo el mundo ciego”.
La venganza nos encierra en una escala de violencia, y esto nos mantiene en el dolor y la culpabilidad del pasado. Y es por esto que la única manera de poder seguir adelante es perdonando; porque el perdón tiene el poder de hacernos seguir hacia adelante y alejarnos de un momento de dolor pasado.
El perdón nos libera para un más justo futuro, porque nos libera de la carga de los errores del pasado y, además, nos ayuda a ver con potencial nuestro mañana.
A pesar de esa pasión interior que nos llama, no cedamos a la venganza, porque ella nos puede empujar a la repetición interminable de una vieja injusticia.
Desde la ciudad de Campana (Buenos Aires) recibe un cordial abrazo y mi deseo que la vida te sonría y permita que prosperes en todo, y puedas derramar Salud, Amor y Paz.
Columnista, escritor, historiador e investigador