La dura historia de un Veterano de Malvinas
(Primera Parte)
“Yo tendría que estar muerto”, dijo Miguel Savage al comenzar a relatar la experiencia que vivió en la guerra de Malvinas. “Eramos soldados no profesionales y fuimos enviados a un enfrentamiento que no debería haber ocurrido”, continuó. En 1982 tenía 19 años y estuvo 60 días viviendo en un pozo, congelado, sin alimentación sólida y en medio de una lluvia interminable de bombardeos. Perdió 20 kilos. “Tuvimos tres enemigos: el clima, los ingleses y tristemente nuestros propios jefes”, dijo esta semana en Rosario.
Miguel integró el Regimiento 7 de Infantería Mecanizada de La Plata y fue destinado a Malvinas. “No éramos soldados profesionales. Habíamos tenido una sola práctica de tiro en toda nuestra vida. Me dieron un arma que no sabía manejar y a un compañero mío un revolver”. Así llegaron a Malvinas en 1982. Y así se enfrentaron a soldados ingleses con seis años de entrenamiento militar.
Cuando se le pregunta qué fue lo que más padeció en la guerra, sin dudar responde: “Hambre”. Aseguró que los jefes de su compañía no les dieron de comer nada sólido durante toda la guerra. Los mantenían a caldo. Con temperaturas bajo cero pocos pudieron sobrevivir y algunos se pegaban tiros en los pies para que los evacuaran. En estas circunstancias, reconoce que aprendió lecciones fundamentales que conserva hoy como un tesoro. “Aprendí a valorar las cosas pequeñas de la vida y que lo importante son los afectos, la familia”, contó ante un auditorio lleno y conmovido en la charla que dio en el Centro Cultural Fontanarrosa, traído por la empresa Dattatec.
“En medio de la guerra empezó a salir la fortaleza, porque teníamos que tomar decisiones para sobrevivir”, acotó. Así comenzaron a trabajar cada día para mantener el pozo donde estaban lo más seco posible, mientras buscaban comida donde se podía y hasta se escapaban y recorrían 10 kilómetros hasta el pueblo para revolver los tachos buscando algo de comida.
“Lo dejamos de hacer rápidamente por el gasto calórico que implicaba y porque conseguíamos pocas cosas a un costo terrible, por los castigos a los que nos sometían”. Los estaqueaban como a los animales y a Miguel lo arrodillaron en el suelo y lo sometieron a un simulacro de fusilamiento porque se había robado un picadillo.
Sin embargo, no se dejó vencer. Aprendió a ser humilde, a escuchar y a pedir ser escuchado y sobre todo a valorar la vida con mucha intensidad. “Descubrí que tenía fortalezas que no conocía” reconoce.
Ama apasionadamente la vida y reconoce el regalo que significa. “Un compañero murió de la hipotermia y desnutrición, otros en una caminata pisaron una mina y explotaron…”, relata.
Prisionero. Miguel reconoce que uno de los aprendizajes más interesantes sucedió al regreso de la guerra, cuando los ingleses los trasladaron hasta Puerto Madryn y lo llevaron, junto a cientos de soldados, como prisioneros de guerra en el buque Camberra. Durante una semana convivieron con los ingleses, aquellos con quienes días antes se estaban matando.
Continúa…