En una historieta, uno de los personajes de la misma, camina hasta un pequeño curso de agua, de un metro aproximadamente, y exclama: «¡Puedo ir hasta aquí sin zahondar!» «Me pone feliz oír eso» dijo otro personaje, «hasta un metro de profundidad, ambos podemos ir sin preocuparnos».
Esto también es aplicable con relación a nuestra fe. Hasta cierta profundidad nosotros podemos ir, pero, a partir de allí, necesitamos da la confianza que nos significa los brazos de nuestro Señor Jesucristo. Es Él quien nos orienta, nos conduce con seguridad acerca de lo que podemos y no podemos hacer, sobre los lugares donde debemos y no debemos ir; Él es quien nos conforta en las horas difíciles y nos abraza cuando alcanzamos una meta prefijada, que significa victoria.
¡Qué Imprudente es quien que continúa hacia adelante sin consultar al Señor!; como aquel que toma una decisión sin antes haberla meditado y puesta delante del altar de Dios, porque cree que es suficientemente capaz de hacer cualquier cosa sin la ayuda de Cristo.
Sabio es aquél que comienza el día pidiendo al Señor que lo dirija a cada paso dado, que no permita que se desvíe un solo minuto de Su camino; que comprende que, en oración, todo se puede hacer.
Un estado de felicidad no es solo conseguir una pequeña victoria; es ser siempre más que vencedor. No es solo ser capaz de sonreír al recibir una buena noticia; es alegrarse en cualquier ocasión, sabiendo que todas las cosas son para bien, y aportan algo. Un estado de satisfacción no solo es por haber conseguido un gran salario, o un auto nuevo, o por tener una casa en la playa; el bienestar está en saber que, más allá de todo eso, tendrá un lugar donde morar en el Cielo.
Desde la ciudad de Campana (Buenos Aires), recibe un Abrazo, y mi deseo que Dios te bendiga, te sonría y permita que prosperes en todo, y derrame sobre ti, Salud, Paz, Amor, y mucha Prosperidad.
Claudio Valerio Columnista, escritor, historiador e investigador
- Valerius