Cultura y espectáculos
Roque Salomón Reynoso: Tucumano, de buena conducta
Un cuento de Juan Carlos Villalba
Roque, “Roquito”, cuando era pibe, en su Tucumán natal, soñaba con ser maquinista de tren.
Le encantaba ir a la estación a ver llegar la locomotora, imponente, majestuosa, humeante, como si llegara de otro mundo, y en cierto modo era así, porque venía de un mundo que él no conocía, y admiraba al maquinista, lo veía como a un héroe, con ese uniforme y capaz de dominar a ese monstruo gigante por todo el país.
Se imaginaba llegar a su pueblo manejando una y deslumbrar a sus amigos…y a “La Rosita”…porque seguro, seguro, “La Rosita” se iba a enamorar de él…
***
Siguiendo un sueño
Siguiendo ese sueño de su niñez, con 17 años llego a Buenos Aires, con una carta como pasaporte.
“Estimado amigo Rubén
Por favor fíjese si puede darle una mano al portador. Es un amigo de Tucumán, buena persona y con ganas de trabajar en el ferrocarril.
Atte. Ricardo
La carta que Roque traía desde Tucumán, estaba firmada por el jefe de aquella terminal y estaba dirigida a Rubén Ferrari, vecino de Escobar que durante muchos años se desempeño en el Servicio Retiro Carga, y fue quien me refirió esta historia.
Aunque no se conocían personalmente, mantenían una relación basada en la amabilidad y el intercambio, pues Rubén solía mandarle, entre los bultos de la carga, alguna cosa que en la provincia no se podía conseguir, y a cambio, cada tanto recibía alguna bolsa con limones o un frasco con algún animal autóctono en escabeche.
Así que sos amigo del jefe de la Estación..? -Pregunto Ferrari con la carta en la mano.
Si señor – contesto Roque
Y como lo conoces..?
Y…de ir a la estación a ver el tren…
Cómo te llamas..?
Roque Salomón Reynoso, Tucumano de buena conducta… señor.
Bueno…quedate por acá, vamos a ver qué hacemos…– dijo Ferrari, mirando la carta – Por ahora cebate unos mates.
Primer destino
Si bien el sueño grande de Roque era conducir un tren de larga distancia, debió conformarse con lo que Ferrari pudo conseguir acudiendo a sus conocidos en la empresa.
El tren asignado, no tendría el vuelo romántico que el muchacho esperaba, pero era una manera de comenzar y así lo entendió. El tren salía del Puerto y llegaba hasta la Boca.
Unos pocos kilómetros, monótonos, aburridos, pero con la particularidad de ser, en poco tiempo, conocido y apreciado por todos los vecinos. A la maquina, como no podía ser de otra manera, la bautizo Rosita, en homenaje a la mujer que amaba en silencio y a la distancia.
La lentitud de esos viajes, le permitían ilusionarse con que algún día seria ascendido a conductor de El Tucumano.
Cada noche, al terminar su jornada, se paseaba por la Terminal Retiro, para ver salir ese magnífico tren que tanto amaba.
Cada mañana, una sensación de fracaso lo invadía a tal punto que, algunas veces, al encender el motor de su máquina, se lo escuchaba insultarla como si esta fuera una persona.
El bombardeo del 55
Con “Rosita” (la maquina) tuvo una relación Amor-Odio durante toda su vida.
Odio, porque lo mantuvo atrapado muchos años en un viaje interminable y monótono de apenas 2 o 3 kilómetros (del puerto a la Boca) mientras soñaba con una entrada triunfal a su provincia conduciendo un tren.
Amor, porque a bordo de ella conoció el sexo, gracias a “La Carmen”, una mina que “Yiraba” en la zona y que cada mes lo visitaba.
Aquella relación por conveniencia, fue transformándose en una historia en la que dos seres solitarios, carentes de afecto y contención, terminaron necesitándose.
Un amor que nació en la tragedia y los vio abrazados y rezando debajo de la maquina durante el bombardeo del 55.
“Rezábamos abrazados y llorando – solía contar – fue tremendo, con cada bomba temblaba el piso…”
Fue la primera vez que “La Carmen” me dijo “Te quiero Roque” – contaba emocionado.
El cine
Che Roque…vamos al cine…? – dijo Angel Colombo (un amigo de Escobar) y compañero de trabajo de Roque.
Roque nunca había ido al cine – sorprendido pregunto:
Al cine…? Y que dan..?
Una de trenes – contesto Angel – dicen que es muy buena.
Lo que ninguno podía imaginar es que aquella invitación cambiaria sus vidas para siempre. Aquella película pareció revivir en Roque todos los sueños postergados. Al salir de la sala era otra persona,
Habían visto “El maquinista de la General” con Buster Keaton, la película está basada en un hecho real ocurrido en 1862, durante la guerra de Secesión en los Estados Unidos, cuando un grupo de soldados roba un tren con el fin de causar el mayor daño posible a los enemigos, acción que derivo en una persecución histórica.
Enterarse de aquellos hechos heroicos, hicieron que tomara la decisión más audaz de su vida. Sin medir las consecuencias y desconociendo que aquellos soldados que muchos años después fueran declarados héroes y le otorgaran la medalla de honor, al ser atrapados, casi todos fueron juzgados, condenados y murieron en la horca.
“El tucumano” – dijo Roque exaltado – a qué hora sale de Retiro…?
Pará Roque…Que estas pensando..?
Anden 4 – Hora 21.15
Cuando la tripulación oficial de “El Tucumano”, que había ido hasta la oficina de control a firmar las planillas correspondientes a la salida del tren reaccionaron, “El Tucumano” o “Estrella del Norte” como solían llamarlo estaba alejándose de la terminal.
Roque estaba fuera de sí…feliz y muy sonriente no dejaba de hacer sonar la bocina. Cuando el encargado de la oficina de control se disponía a accionar el protocolo de emergencia, el Interventor militar de los ferrocarriles argentinos impuesto por las fuerzas armadas que habían derrocado a Frondizi, Lo detuvo enérgicamente.
No quería quedar expuesto ante la prensa, el público y mucho menos ante sus superiores como alguien incapaz de preservar la seguridad del área que le habían encomendado.
Ordenó que le allanaran el camino hasta su destino final, (donde supuestamente lo detendrían) sin poner en riesgo la vida de los pasajeros que estaban viajando en el tren sin saber lo que sucedía, pues cualquier daño podría afectar su legajo y costarle la carrera militar.
El tren avanza
Imaginar a Roque, solo, al mando de esa locomotora, frente a la inmensidad de un paisaje llano, en medio de la noche, y pensando en Rosita, me remite a una inolvidable secuencia de la película dirigida por Claude Lelouch en 1966, “Un Hombre y una Mujer” con Jean LouisTrintgnant y Anouk Aimée, en la que el hombre viaja en su automóvil a través de una carretera solitaria durante casi toda la noche, mientras va imaginando y desechando posibles diálogos que mantendría con ella al encontrarla, todo el tiempo la cámara lo enfoca desde el interior, hasta que en el horizonte aparece de manera bellísima y romántica el sol, todo eso dulcemente subrayado por la inolvidable melodía de Francis Lai.
Discúlpenme si por un instante me fui al cine, pero si vinieron conmigo, convendrán que la acción de Roque es realmente cinematográfica y que su arrojo es un acto de amor sublime.
Ese viaje, lleno de ansiedades, expectativas, tensión, angustia y esperanza, convierte a esta historia verdadera, en un ejercicio interactivo, pues nos invita a reflexionar y a preguntarnos:
“Seria yo capaz de algo así por un sueño y/o por un amor..?
“dejaría mi zona de confort por algo que amo y deseo, pero cuyo final desconozco..?
Roque ignora si Rosita estará esperándolo después de tantos años…Pero va.
Sabe que posiblemente vaya preso o lo despidan del trabajo…pero va.
Alguien podría preguntarse: “No tiene miedo..?
Seguramente que si…pero va.
Va detrás de su sueño…de su amor… y muy pocos son capaces de algo así.
Llegar a Destino
Con la vía despejada y el corazón latiendo fuertemente ante la inminente llegada a Tucumán, Roque, imagino yo, sentiría una tremenda ansiedad por el posible encuentro con su pasado, aunque un acto de amor tan extraordinario, con tal nivel de entrega y sacrificio, es tan valioso, que en algún punto torna irrelevante el posible desenlace de esta aventura.
Aunque eufórico por la llegada iba haciendo sonar la bocina, en su interior un presentimiento oscuro lo atormentaba, nervioso, expectante, miraba ansioso hacia el andén de la estación, en la que además del jefe, solo había una mujer con tres pibes que celebraban la llegada del tren.
Cuando miro a los ojos de aquella mujer, excedida de peso y abrazada por tres pibes que lo observaban con la misma admiración que el miraba a los maquinistas en su infancia, noto una mirada llena de ternura y tristeza que parecía decirle:
Es la vida Roque…te espere mucho tiempo…Perdóname.
Contra lo habitual que era detener la maquina en medio de la estación, y descender sonriente con la alegría de haber llegado, cosa que todos los maquinistas hacían, siguió de largo y la detuvo muchos metros más adelante.
Cuando fueron a detenerlo de acuerdo a la orden recibida desde Buenos Aires, Roque estaba sentado con sus manos en la cabeza y con los ojos llenos de lágrimas.
Este momento le resultaba muy difícil de manejar intelectualmente, había mantenido una conexión emocional durante muchos años, como si estuviera detenido en el pasado, y ahora debía tomar conciencia del paso del tiempo y de las circunstancias de la vida de cada persona, algo para lo cual no estaba preparado.
Enfrentar esta realidad, fue para Roque un golpe muy duro de superar, algo que su inocencia natural, no le había permitido imaginar.
La situación recordaba de alguna manera el tango “Volver” de Carlos Gardel y Alfredo Lepera.
“Sentir que es un soplo la vida, que 20 años no es nada, que febril la mirada errante en las sombras te busca y te nombra, Vivir con el alma aferrada a un dulce recuerdo…”
En la declaración escrita de la P.F. (Policía Ferroviaria) dejaron constancia que durante todo el interrogatorio, Roque Salomón Reynoso, de 37 años de edad, no paró de llorar, nombrar a Rosita, pedir perdón y reiterar que era tucumano de buena conducta.
De regreso en Buenos Aires, al no existir denuncia oficial del hecho, quedo libre de arresto, y ante la “sugerencia” de los abogados intervinientes presento su renuncia al empleo.
Y se fue.
Cebate unos mates…
Agradecido por la amistad brindada en su arribo a Bs As, Roque se acerco hasta la Sección Retiro Cargas, para despedirse de Rubén “El pelado” Ferrari.
Al verlo tan triste, le pregunto:
Que vas a hacer..? Adonde iras..?
Y…no se – contesto Roque.
Bueno…quedate por acá, vamos a ver qué hacemos…- dijo Ferrari – y repitiendo las palabras que había dicho hacia casi 20 años al conocer a Roque, agrego: “Por ahora cébate unos mates”.
Seguime – dijo Ferrari – apenas pisaron la estación de Escobar.
Che “Gato”, llevame hasta la fábrica de los tanos – subí Roque – ordeno.
El “Gato Presto” era uno de los taxistas más conocidos del pueblo y la indicación era: “Hasta la fábrica de mosaicos de Gelsomino Lambertino y Gerardo Picariello”, dos de los tanos mas laburantes que llegaron al país.
Te voy a conseguir un laburo Roque – había prometido Ferrari, y allá iban.
Conocedores de la honestidad de Ferrari, sumado al aprecio y respeto que sentían por él, los italianos consideraron más que suficiente la recomendación de este para darle una oportunidad a Roque, quien se sintió inmediatamente parte de esa familia trabajadora.
La incorporación de Roque y la empatía que casi inmediatamente se genero con uno de los propietarios, nos llevan a reflexionar sobre lo que estudios científicos y psicológicos recientes, han dado a conocer sobre la influencia del nombre de una persona y de qué manera influye sobre la personalidad de este y también sobre su entorno.
Hay investigadores que sostienen que la sonoridad del mismo produce en quien lo escucha, una corriente de simpatía o rechazo, siempre de acuerdo a la sensibilidad del interlocutor.
Hago este comentario porque el nombre de uno de los propietarios era Gelsomino, y Roque, lejos de saber que su traducción al italiano es Jazmín, sintió que encontraría en él, un hombre afectuoso y comprensivo, y tal era la relación entre ambos que, precisamente Gelsomino Lambertino, era el que solía perdonarle el típico faltazo de los lunes o quien le adelantaba algunos pesos ante algún pedido, y a quien Roque, que a pesar del tiempo no había perdido su pureza provinciana, solía llamar “Patroncito el bueno”.
La Fabrica de mosaicos “Lambertino & Picariello, es parte de la historia de un Escobar pujante y trabajador, ubicada en la curva de la vieja ruta 9, funciono durante mucho tiempo, hasta el cese de actividades en el año 1980.
Personal de la fábrica de mosaicos LAMBERTINO & PICARIELLOFranco “El Tano” Lambertino, descendiente directo de Gelsomino, y que trabajo a la par de toda la familia, revive con emoción y nostalgia aquella época llena de sudor y risas.
Las anécdotas de toda la muchachada que allí trabajó son innumerables y evoca muy especialmente el tiempo compartido con aquel hombre que vivió una historia de amor excepcional, que lucho con toda su fuerza y como pudo por su sueño de pibe, que dejo un recuerdo imborrable en su paso por Escobar.
Un tipo bueno, honesto y trabajador, llamado Roque Salomón Reynoso, que era Tucumano y de Buena Conducta.
Juan Carlos Villalba / 10/8/2023
Juan Carlos Villalba es realizador cinematográfico, guionista y escritor de Cortos: “El Guapo Gominita”, “Pajarito el Loco de las Alas”, “La herencia Maldita”, “El misterio de la Valija Negra”, “Donde están los Perros”.
Es el creador del Festival Internacional de Cine Independiente “Escobar de Película”.