San Francisco de Sales quien, para Don Bosco fue “un sacerdote y apóstol cuya caridad pastoral y bondad eran especialmente eficaces para servir a Dios y salvar almas”, con sus escritos nos enseña que, con humildad y mansedumbre, podremos adquirir las demás virtudes.
De los tantos escritos del santo, una adaptación a los conceptos Paz y Amor es que el amor es un estado de paz que, desde afuera, abre nuestra sepultura para que no sigamos viviendo como muertos; un estado que hace que vivamos una vida plena y auténtica, llena de preguntas y de problemas; es decir una vida iluminada por Dios que es quien nos ofrece la auténtica vida en abundancia.
Desde la incredulidad al momento en tomamos la decisión de creer plenamente en el amor de Dios y en su preocupación por nosotros, casi siempre hay un lapso de tiempo largo, pero se nos presenta el momento en que despertamos. Son muchas las veces en las que se presentan dificultades entre los primeros movimientos de la fe en la bondad de Jesucristo, y en nuestra decisión de creerlo, pero salvables. Durante este tiempo nosotros debemos rezar u orar para que se ilumine el horizonte de nuestra alma con los rayos de luz de la fe, aun cuando ya no estemos sumergidos en la oscura noche de la infidelidad y seamos muy creyentes.
Como ejemplo tomemos el caso de San Agustín, quien dejo pasar un tiempo antes de aceptar completamente las enseñanzas de Jesucristo.
Dentro nuestro, puede ser que el conocimiento que provee la fe aun sea frágil y por lo tanto se mezcla ocasionalmente con la duda. Continuamente Dios llama a nuestros corazones para que las enseñanzas de Jesús nos resultan placenteras. Mientras logramos llegar a ese punto, la bondad de Dios jamás cesa en sus esfuerzos por lograr un acercamiento con nosotros por medio de las inspiraciones. Aun así, nosotros somos libres para acceder a Su llamado amoroso, o para rechazarlo.
Así como los grandes ríos se esparcen al llegar a las llanuras abiertas, y ocupan cada vez más espacio, ocurre con el amor sagrado de Dios, el cual, siempre y cuando no lo rechacemos, continúa creciendo en nosotros hasta que nos convierta totalmente.
El amor de Dios nos anima, nos consuela y nos fortalece en medio de las dificultades; es nuestro guía en la travesía hacia el perdón. La fe, por tanto, incluye un punto de partida, que es el amor que el corazón siente por las cosas de Dios… No rechacemos ese regalo que es la fe.
Desde la ciudad de Campana (Buenos Aires), recibe un saludo, y mi deseo de que Dios te bendiga, te sonría y permita que prosperes en todo, y derrame sobre ti, Salud, Paz, Amor, y mucha prosperidad.
Claudio Valerio -© Valerius