
Si pudiéramos ver con ojos espirituales todo lo que Dios, no nos atreveríamos a decir que algo es feo; todo nos parecería bonito… Pero, siempre hay un pero, en cada día que transcurre el menosprecio y las expresiones de burla hacia nosotros y hacia el prójimo suceden más frecuentemente… ¡Qué mal se te ve!, ¡que feo que estás vestido!, son uno de los testimonios de que la moda, por ejemplo, es un indicativo para saber qué tan aceptable y bello es algo para una sociedad. ¿Porque nuestros sentidos se han extraviado como para aceptar algo como bello, si sólo el mundo lo califica como bello? ¿Porque no verlas como Dios las ve?.. Lamentablemente ocurre todo lo contrario, lo que es “aceptable” y “bonito” se estipula a través de la televisión, las revistas, el cine y hasta a través de la música; son la manera en que se nos dicta al oído lo que se nos permite y, con ello, nuestros sentidos se extravían, son engañados y comienzan a ver bonitas las cosas que, tal vez, no lo sean; o al menos que no deben de tener un espacio privilegiado como al que las ponen.
La gran mayoría de las personas de una sociedad tienen en su mente la imagen conformada de un modelo de belleza; o sea, todas y todos desean tener cuerpos delgados, cabellera rubia, ojos claros y piel blanca, y se burlan de aquellos que no cumplen con estos requerimientos, llegando en algunos casos hasta ellos mismos rechazarles… ¿Cuando empezamos a ver defectos en la perfección y complejidad del cuerpo humano? ¿Cuándo comenzamos a estar descontentos con aquello que Dios hizo perfecto?
Dios “lo hizo todo hermoso”; entonces, la forma y características físicas que tenemos, nuestro tipo y color de cabello, la cabeza, orejas, boca, el color de nuestros ojos y de nuestra piel, la contextura de nuestro cuerpo y la estatura, todo es perfecto; porque fuimos diseñados por Dios, y así Él lo deseó. Es así que la casa en que vivimos, la ciudad, la escuela, el medio ambiente en general, nos enseña a darles significado a aquellas cosas que con nuestros sentidos percibimos; sabores, colores, olores, texturas, sonidos, tendrán un significado particular, como las imágenes que se construyen a partir de estos.
Hay cosas que podemos cambiar de nuestra apariencia; si nuestro cabello es rebelde, para que luzca mejor lo podemos peinarlo; si estamos excedidos de peso, haciendo ejercicio y una mejor alimentación podemos estar más saludables. Pero no confundamos descuido con el complacencia… La complacencia es cuando se está conforme con todo lo que Dios nos dio y se lo cuida; el descontento, el insatisfecho, en cambio, ve lo que no tiene y comienza a codiciarlo; manifiesta inconformidad con lo que Dios le ha dado.
Dios, en su creación, les dio a Adán y Eva un hogar en el Jardín del Edén y les encomendó que se multiplicaran. Eva estaba contenta con las condiciones de vida que Nuestro Creador les había dado; pero toda esa satisfacción la perdió cuando prestó atención a la serpiente, fijando su mirada en todo aquello que Dios les había prohibido; ella perdió todo lo que podía disfrutar y codició lo único que no tenía.
“Pero temo que como la serpiente con su astucia engañó a Eva, nuestros sentidos sean de alguna manera extraviados de la sincera fidelidad a Cristo” (2 Corintios 11:3).
Hagamos el bien y evitemos todo tipo de codicia; interpretamos el papel que se nos asigna y, que el mismo, sea una gran riqueza en sí misma cuando estamos contentos con lo que tenemos y, con elevada y no codiciosa autoestima, hacemos lo que es justo, razonando a cumplir disciplinadamente con la justicia.
Desde la ciudad de Campana (Buenos Aires), recibe un Abrazo, y mi deseo que Dios te sonría y permita que prosperes en todo, derramando sobre ti, Salud, Paz, Amor, y mucha Prosperidad.
Claudio Valerio- © Valerius






