
A matar o morir en Monte Longdon
Ultima Parte
“SEGUIR LUCHANDO”
A Neirotti se le enrojecen los ojos. Algunos días antes del combate, el soldado Arrascaeta ya había sido alcanzado por esquirlas de artillería. Dos hombres de la sección lo llevaron hasta el hospital de Puerto Argentino, a diez kilómetros de distancia, donde le hicieron las curaciones. Luego ser atendido, reapareció en el Longdon, ante el asombro de Neirotti. En el hospital le habían dicho que ya cumplió con la patria y que debía regresar al continente. Pero respondió que quería seguir luchando junto al resto. Su camarada Araujo era otro soldado que siempre hacía gala de ánimo patriótico.
– ¿Cómo era Araujo?
– Delgadito, más bien bajo, muy alegre, le gustaba cantar, lo hacía bien, en el continente tenía una guitarra. Dos días antes de salir de La Plata para venir a Malvinas estaba tocando, cantaba y se reunían alrededor de él, mientras preparábamos el equipo para salir para allá.
– ¿Y en las islas?
– También cantaba, rock nacional, acompañándose con una lata vacía de dulce de batata Lembo. Inclusive lo hacía durante el asedio de fuego: en la noche era la artillería naval y de día los aviones Harrier que nos bombardeaban. Pero él sacaba la lata y cantaba, eso nos gustaba mucho. Levantaba el espíritu, la verdad que nos ayudaba a despejarnos cuando cantaba.
– Él escribió desde Malvinas: “Quédense todos tranquilos, que el soldado Araujo monta guardia por la Argentina, la de todos, próspera y soberana, y que es fiel a su juramento”.
– Si, él le escribió eso a la familia, su hermana era chiquita. Yo lo llamo y le digo: “Araujo, ¿a qué te referís cuando decís que das la vida por todos?” Y me contesta: “Por todos, buenos o malos, no hago ninguna diferencia, mi teniente primero”. Araujo, Arrascaeta, yo me quedé pensando. Por más que tuvieran 18 años, eso no tiene que ver con ser profesional, hay cosas que vienen de la casa o del espíritu, el ánimo de colaborar con el resto. Hay personas que, no importa la edad, tienen unos valores enormes.
“MAREA HUMANA DE BRITANICOS”
Neirotti respira hondo y sigue recordando. Tres metros entre hombre y hombre, una marea humana de británicos avanzaba sobre los argentinos, haciendo fuego con fusiles, ametralladoras, simultáneamente con una lluvia de obuses de artillería. La sección de Neirotti tenía dos cañones de 90 mm y un lanzamisiles portátil SAM 7, provisto por los peruanos… pero ninguno funcionaba.
– Volvamos al combate. Vos mismo estás tirando…
– Fue terrible. Estábamos en el vértice de la tormenta. Pero tirábamos con una cadencia tal, que el enemigo se sorprendió.
– ¿Del volumen de fuego de ustedes?
– El volumen de fuego nuestro era increíble, ellos lo dijeron en varios testimonios. Yo calculo que tiré durante una hora y pico. Ya habían caído González, Arrascaeta, Araujo, poco después cae Bastida, que era del regimiento 1 Patricios, y ese mismo proyectil hiere gravemente a su camarada Daniel Orfanotti.
– ¿A vos te hieren en la pierna?
– Si. Yo me di cuenta que fui herido, pero seguí disparando. Porque es tanta la tensión, que la adrenalina supera todo. Como Ponce, yo estaba encarnizado, uno está obsesionado con abatir al enemigo.
– ¿Viste caer a algunos de los que vos les disparabas?
– Sí. Los primeros hombres que llegaron muy próximo a nosotros eran del grupo de James Murdock, le llamaban Doc, porque era el enfermero de esa sección. Estaban dentro del alcance de una granada de mano. Les disparé, vi que venían agazapados, agachados, arrastrándose. Cuando se paran, les disparo a dos. También les disparaba la gente de mi izquierda, de mi derecha, es decir, disparábamos a todo el frente, pero los que venían más próximos eran de mayor peligro, a los otros los ignorábamos, el de más cerca es el que teníamos que voltear.
– Esos dos caen…
– Esos dos caen, el de la derecha era Murdock, según dicen ellos en el informe oficial. Murdock, ya estaba herido desde el primer disparo, cuando yo veo que se incorpora le disparo nuevamente dos ráfagas muy cortas, en automático, de a dos disparos, y vi que le penetraba la trazante luminosa en el pecho. Ahí cayó y ya no se movió. Seguí disparando, pero a los minutos comienzo a sentir un mareo, veo nublado y me empecé a desesperar porque no podía ver bien para tirar.
– Era por tu pérdida de sangre…
– Era por eso. Sentía caliente toda la pierna, después me di cuenta que era por la sangre que brotaba de ella. Veo algo naranja, rojo, pero no distingo, como hace unos minutos, a las trazantes. Le aviso al soldado Belmonte y me lleva para atrás. El resto seguía combatiendo, no lograban avanzar los británicos, se quedaron pegados ahí por mucho tiempo.
– El combate duró once horas…
– ¡Once horas! Los detuvimos a ciento y algo de metros, quedaron ahí pegados.
– ¿Necesitaron once horas para recorrer esos cien metros?
– Si, porque ellos tomaron parte de la primera sección, pero se quedaron ahí, no pudieron seguir avanzando y empezaron a rodearnos. Eran más de 600. Tengamos en cuenta que nosotros perdimos el 40% de los 278 hombres: 36 muertos y 76 heridos. Ellos tuvieron entre muertos y heridos 101 o 102. Entre todos hubo más de 200 bajas en ese combate.
– ¿Enrique, a más de 40 años de la guerra de Malvinas, volverías a pelear?
– Bajo las mismas circunstancias, por supuesto. Yo creo que todos los que fueron a Malvinas lo harían. Por supuesto, estamos hablando desde otra perspectiva, desde otro ángulo, pero el espíritu de lucha por Malvinas es un sentimiento presente siempre, uno nunca lo va a olvidar.
Se estremece, su voz se quiebra, las lágrimas afloran en el rostro curtido de este bravo del 7…
Por Nicolas Kasanzew