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LA VOLADURA DEL PUENTE FITZ ROY EN MALVINASParte II. Él también había recibido la correspondiente alarma y estaba alistado con todo supotencial de misiles tierra-aire para contrarrestar un posible ataque aéreo.El día se presentaba con cielo despejado y una suave brisa corría desde el sudeste.La mañana del 2 de junio había sido toda británica en el firmamento malvinense. Nohabíamos tenido ni la mínima posibilidad de hacer uso de nuestras armas antiaéreas.La pista de aterrizaje no había constituido una prioridad del día como objetivo para losaviones británicos. Sus vuelos eran ejecutados con misiones de reconocimiento a granaltura y las alarmas que recibíamos se dilataban como amenazas ciertas. La espera yla ansiedad eran insoportables, pasábamos de la tensión al descanso y del descansoa la tensión. Íntimamente deseaba una oportunidad de combate más con todo lo queello podría implicar.La alerta recibida se transformó súbitamente en una amenaza real, al fin tendríamos laposibilidad de combate del día. Desde el radar de vigilancia antiaérea actualizaron laincursión del enemigo aéreo: «Dos aviones de combate Sea Harrier aproximándosedesde el este a 50 km. del objetivo defendido». Pista de aterrizaje de Puerto Argentino,velocidad de los aviones: 700 km/h, altitud: 300 m. sobre el nivel del mar. Los datosfueron recibidos claramente por el teniente primero Regalini a cargo del lanzador demisiles «Roland» y por mi sección. Los aviones se dirigían hacia el objetivo queestábamos defendiendo, y en ese instante puse toda mi atención en el comando demis hombres y en el sistema antiaéreo que operábamos. Por supuesto que me olvidépor completo de la existencia misma del «Roland».Dos Harrier en pantallaLos aviones se reflejaron en nuestro radar, eran dos hermosos FRS 1 Sea Harrierbritánicos. Se desplazaban en forma imponente de acuerdo con la información quehabíamos recibido. El primero de los dos, en el orden de ataque, no se definía comoun blanco rentable para nuestros cañones antiaéreos, entraba y salía del alcanceóptimo. Si disparábamos, consumíamos munición inútilmente. El segundo incursionócon mayor decisión exponiéndose al alcance de nuestros cañones. Se encontraba a3500 m. volando en dirección este-oeste y a unos 400 m. sobre el nivel del mar.El teniente primero Armando Nicanor Arce, mi jefe directo, tomó la decisión al evaluarque era el momento oportuno, de abrir el fuego. Simultáneamente, el teniente primeroRegalini había seleccionado como blanco a combatir al mismo avión británico sobre elcual habíamos abierto el fuego nosotros.Disparó el misil «Roland» que inició un rápido vuelo tras la aeronave enemiga que se encontraba a 7200 m.La expectante presencia de otros combatientes argentinos que observaban en silencio daba marco a lasituación que se vivía.Un impacto directoEl avión enemigo, atacado por ambas armas antiaéreas simultáneamente, ejecutó unamaniobra ascendente, rápida y brusca, como elevando su «nariz» hacia el cielo. Conello, su piloto logró evitar la ráfaga de proyectiles de los cañones antiaéreos de lasección a mi comando, pero no pudo evitar que el misil impactara de lleno sobre laparte derecha del fuselaje, partiéndose, literalmente, en dos. Junto con el clamorvictorioso de las tropas, observamos eyectarse al piloto de la aeronave cuyoparacaídas se abrió a la perfección y le permitió caer lentamente en las aguas delocéano Atlántico, a unos 3000 metros al sur del faro San Felipe (se encuentra en elextremo este de la pista de aterrizaje).Minutos más tarde, dos helicópteros de salvamento de la marina británicasobrevolaban la zona marítima en búsqueda del piloto derribado. Permanecimosrespetuosos de las leyes internacionales de guerra presenciando la búsqueda que sedesarrollaba. Hicimos votos para que la misma resultara positiva, con la esperanzaplena de que pudieran rescatar a nuestro ocasional enemigo con vida. De acuerdo conlo publicado en las «Lecciones de la Campaña de Malvinas» (documento oficialbritánico sobre la guerra) en el anexo C «Ship and Aircraft Losses», (barcos yaeronaves perdidas en combate 2 de junio de 1982) figura un avión Sea Harrier.Esta acción concreta de combate antiaérea fue solamente una de otras tantas libradaspor las armas antiaéreas del Ejército Argentino, en la batalla de Malvinas. Fui testigode ello y vaya mi relato como testimonio para otras generaciones.Bien puedo contestar al finalizar mi relato aquella pregunta inicial en forma afirmativa. En realidadestábamos correctamente adiestrados para operar los recursos técnicos que laingeniería electrónica había puesto en nuestras manos y la Nación Argentinaconfiado… pero hoy debo agregar que tenemos además la experiencia invalorable delcombate y el deber de ser más idóneos en nuestras actividades específicas.El texto que sigue contiene la narración de los pormenores de una acción, cuyoobjetivo consistió en la voladura de un puente en la campaña de Malvinas. Sinembargo, y de manera indirecta, esta acción permitió a la propia tropa, la obtención deresultados mucho más significativos y operacionalmente trascendentes.Al respecto, conviene señalar que en la obra “La batalla por las Malvinas” de L. Hasting y S.Jenkins, la crítica inglesa expresa: «La guardia galesa tenía órdenes de sumarse alresto de su batallón en ensenada Bluff. El buque que los trasladaba no podía penetraren el estrecho canal, dado que el puente que vinculaba a las dos aldeas vecinas habíasido volado por los argentinos. Los ingleses, con dos buques de transporte de tropas,tuvieron que permanecer entonces anclados en el estuario de Fitz Roy.El “Sir Galahad” y el “Sir Tristam” no desembarcaron a los guardias galeses, porqueasí deberían caminar 32 kilómetros rodeando el estuario. Entonces, estos efectivospermanecieron a bordo esperando las lanchas de desembarco para ser trasladados aBluff Cove. Continúa…