COLUMNA DE OPINION

Fortín Malvinas

Por VGM Enrique Oscar AGUILAR

  • LA VOLADURA DEL PUENTE FITZ ROY EN MALVINAS
    Parte II
    . Él también había recibido la correspondiente alarma y estaba alistado con todo su
    potencial de misiles tierra-aire para contrarrestar un posible ataque aéreo.
    El día se presentaba con cielo despejado y una suave brisa corría desde el sudeste.
    La mañana del 2 de junio había sido toda británica en el firmamento malvinense. No
    habíamos tenido ni la mínima posibilidad de hacer uso de nuestras armas antiaéreas.
    La pista de aterrizaje no había constituido una prioridad del día como objetivo para los
    aviones británicos. Sus vuelos eran ejecutados con misiones de reconocimiento a gran
    altura y las alarmas que recibíamos se dilataban como amenazas ciertas. La espera y
    la ansiedad eran insoportables, pasábamos de la tensión al descanso y del descanso
    a la tensión. Íntimamente deseaba una oportunidad de combate más con todo lo que
    ello podría implicar.
    La alerta recibida se transformó súbitamente en una amenaza real, al fin tendríamos la
    posibilidad de combate del día. Desde el radar de vigilancia antiaérea actualizaron la
    incursión del enemigo aéreo: «Dos aviones de combate Sea Harrier aproximándose
    desde el este a 50 km. del objetivo defendido». Pista de aterrizaje de Puerto Argentino,
    velocidad de los aviones: 700 km/h, altitud: 300 m. sobre el nivel del mar. Los datos
    fueron recibidos claramente por el teniente primero Regalini a cargo del lanzador de
    misiles «Roland» y por mi sección. Los aviones se dirigían hacia el objetivo que
    estábamos defendiendo, y en ese instante puse toda mi atención en el comando de
    mis hombres y en el sistema antiaéreo que operábamos. Por supuesto que me olvidé
    por completo de la existencia misma del «Roland».
    Dos Harrier en pantalla
    Los aviones se reflejaron en nuestro radar, eran dos hermosos FRS 1 Sea Harrier
    británicos. Se desplazaban en forma imponente de acuerdo con la información que
    habíamos recibido. El primero de los dos, en el orden de ataque, no se definía como
    un blanco rentable para nuestros cañones antiaéreos, entraba y salía del alcance
    óptimo. Si disparábamos, consumíamos munición inútilmente. El segundo incursionó
    con mayor decisión exponiéndose al alcance de nuestros cañones. Se encontraba a
    3500 m. volando en dirección este-oeste y a unos 400 m. sobre el nivel del mar.
    El  teniente primero Armando Nicanor Arce, mi jefe directo, tomó la decisión al evaluar
    que era el momento oportuno, de abrir el fuego. Simultáneamente, el teniente primero
    Regalini había seleccionado como blanco a combatir al mismo avión británico sobre el
    cual habíamos abierto el fuego nosotros.
    Disparó el misil «Roland» que inició un rápido vuelo tras la aeronave enemiga que se encontraba a 7200 m.
    La expectante presencia de otros combatientes argentinos que observaban en silencio daba marco a la
    situación que se vivía.
    Un impacto directo
    El avión enemigo, atacado por ambas armas antiaéreas simultáneamente, ejecutó una
    maniobra ascendente, rápida y brusca, como elevando su «nariz» hacia el cielo. Con
    ello, su piloto logró evitar la ráfaga de proyectiles de los cañones antiaéreos de la
    sección a mi comando, pero no pudo evitar que el misil impactara de lleno sobre la
    parte derecha del fuselaje, partiéndose, literalmente, en dos. Junto con el clamor
    victorioso de las tropas, observamos eyectarse al piloto de la aeronave cuyo
    paracaídas se abrió a la perfección y le permitió caer lentamente en las aguas del
    océano Atlántico, a unos 3000 metros al sur del faro San Felipe (se encuentra en el
    extremo este de la pista de aterrizaje).
    Minutos más tarde, dos helicópteros de salvamento de la marina británica
    sobrevolaban la zona marítima en búsqueda del piloto derribado. Permanecimos
    respetuosos de las leyes internacionales de guerra presenciando la búsqueda que se
    desarrollaba. Hicimos votos para que la misma resultara positiva, con la esperanza
    plena de que pudieran rescatar a nuestro ocasional enemigo con vida. De acuerdo con
    lo publicado en las «Lecciones de la Campaña de Malvinas» (documento oficial
    británico sobre la guerra) en el anexo C «Ship and Aircraft Losses», (barcos y
    aeronaves perdidas en combate 2 de junio de 1982) figura un avión Sea Harrier.
    Esta acción concreta de combate antiaérea fue solamente una de otras tantas libradas
    por las armas antiaéreas del Ejército Argentino, en la batalla de Malvinas. Fui testigo
    de ello y vaya mi relato como testimonio para otras generaciones.
    Bien puedo contestar al finalizar mi relato aquella pregunta inicial en forma afirmativa. En realidad
    estábamos correctamente adiestrados para operar los recursos técnicos que la
    ingeniería electrónica había puesto en nuestras manos y la Nación Argentina
    confiado… pero hoy debo agregar que tenemos además la experiencia invalorable del
    combate y el deber de ser más idóneos en nuestras actividades específicas.
    El texto que sigue contiene la narración de los pormenores de una acción, cuyo
    objetivo consistió en la voladura de un puente en la campaña de Malvinas. Sin
    embargo, y de manera indirecta, esta acción permitió a la propia tropa, la obtención de
    resultados mucho más significativos y operacionalmente trascendentes.
    Al respecto, conviene señalar que en la obra “La batalla por las Malvinas” de L. Hasting y S.
    Jenkins, la crítica inglesa expresa: «La guardia galesa tenía órdenes de sumarse al
    resto de su batallón en ensenada Bluff. El buque que los trasladaba no podía penetrar
    en el estrecho canal, dado que el puente que vinculaba a las dos aldeas vecinas había
    sido volado por los argentinos. Los ingleses, con dos buques de transporte de tropas,
    tuvieron que permanecer entonces anclados en el estuario de Fitz Roy.
    El “Sir Galahad” y el “Sir Tristam” no desembarcaron a los guardias galeses, porque
    así deberían caminar 32 kilómetros rodeando el estuario. Entonces, estos efectivos
    permanecieron a bordo esperando las lanchas de desembarco para ser trasladados a
    Bluff Cove. Continúa…

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