Historias de excombatientes:
La guerra debajo del mar
Nacido el 27 de junio de 1956, Damián Washington Riveros hizo sus estudios primarios y parte de los secundarios en San Juan, su ciudad natal. A los 16 años tomó la decisión de ingresar en la Armada, de donde egresó en 1974 con el grado de Cabo Mecánico en Sistema de Armas Submarinas.
Fue perfeccionando la especialidad en diversos destinos: en la Base Naval de Puerto Belgrano, en el destructor Bouchard y, tras dos años de formación y estudios en la Escuela de Submarinos, integra la tripulación del submarino Salta durante el conflicto limítrofe con Chile en el canal de Beagle.
En 1981, formó parte de las dotaciones de los submarinos Santa Fe y Santiago del Estero. Ascendido a cabo principal, en 1982 navegó en el submarino San Luis en el Teatro de Operaciones del Atlántico Sur (Toas) y entró en combate el 1º de mayo. Luego de concluir la guerra se le asignaron otros destinos y a fines de octubre de 1986 pidió el retiro de la Armada.
Por estos días se publicó “Trasfondo”, una novela de Patricia Ratto en la cual la Guerra de Malvinas ocupa un lugar central y donde, además, usted aparece bajo otro nombre como uno de los personajes. ¿Qué impresión le causó la lectura de un texto que además de contar con su testimonio lleva al ámbito literario un aspecto no muy conocido del conflicto bélico?
–Después de leer y analizar la novela Trasfondo, mi impresión fue muy particular, pude apreciar la calidad de escritora que es Patricia Ratto al desarrollar un texto difícil por el lugar (un submarino no es fácil de conocer), pero describió con gran maestría cada una de nuestras situaciones vividas a bordo.
–Usted había hecho cursos muy intensivos y rigurosos. ¿A cuál submarino lo destinaron y haciendo qué tareas luego de ofrecerse como voluntario? Y, en segundo término, ¿cuándo empezó el submarino sus operaciones en el Atlántico Sur?
–Mi destino fue el submarino ARA San Luis, incorporado a la Argentina; mis funciones específicas fueron las de operador de tubos lanza torpedos en virtud de mi especialidad de mecánico en sistemas de armas. Partimos de la Base Naval Mar del Plata en la noche del 11 de abril, bajo una espesa niebla.
Luego de navegar un poco más de dos horas encontramos profundidad para inmersión. A partir de ese instante comenzaron las operaciones. A fines de abril ya nos encontrábamos en el área asignada (área María) y el 1º de mayo comenzaron los ataques contra la flota inglesa.
En acción
– ¿Cuánto tiempo duró la presencia del submarino en el Atlántico Sur y cuáles fueron las acciones que llevó a cabo?
–El submarino San Luis navegó 39 días y 860 horas de inmersión, atacando, desde el 1º de mayo y hasta el día 11 de mayo, cuatro unidades inglesas. De los cuatro torpedos lanzados, dos fueron fallidos, uno hizo impacto, pero no explotó y el restante hizo explosión. Por la falta de eficacia de la unidad y ante la necesidad de ser reparada, regresamos a la Base Naval de Puerto Belgrano el 19 de mayo.
Volviendo al libro de Patricia Ratto, en varias secuencias la autora incluye un conjunto de episodios y anécdotas realmente cruciales que excede la ficción y muestra una dimensión de lo real que adquiere enorme fuerza. ¿Advierte que el texto se pone, por así decirlo, a la altura de los hechos?
–Patricia Ratto transmite en forma muy clara los hechos y las vivencias de un grupo de personas que compartió una situación límite dentro de un submarino. Resulta sorprendente leer todo lo que hace 40 años atrás sucedió… es volver a revivir con mucha transparencia un hecho que marcó un antes y un después en cada uno de nosotros. El texto está a la altura justa de los hechos descriptos.
– ¿Qué impacto produjo en el ánimo de la tripulación del San Luis el hundimiento del General Belgrano el 2 de mayo de 1982? ¿Lo vivieron como un punto de inflexión de la guerra?
–Por estar viviendo nuestro propio combate, nosotros nos enteramos un día después del hundimiento del General Belgrano y el impacto fue muy profundo, casi no podíamos creer que fuera real. También cruzaron por nuestra mente los compañeros submarinistas que iban a bordo del crucero como así también conocidos; un gran desconcierto al no saber si vivían o no. Fue muy duro y emotivo a la vez… muy triste. A esos precisos momentos no creo que los viviéramos como un cambio en la guerra… quizás el profundo dolor que sentíamos nos dio más fuerza para seguir adelante hasta el final, aunque no sabíamos qué nos deparaba el destino.
Entre el miedo y la fe
-Si bien usted se ofreció como voluntario y el riesgo de no volver estaba implícito, ¿sintió miedo en las situaciones críticas?
–Mi preparación profesional estaba intacta ante la magnitud de la situación. En un principio tenía la sensación de lo patriótico que este momento ofrecía, de lo único que era dueño absoluto, mi vida, estaba en manos de mi patria… quizás no había tomado real conciencia de que podía quedar para siempre en el fondo del mar, tampoco era lo que realmente me importaba, pero al estar en combate real por mi mente pasaron situaciones angustiantes, aún no había formado mi propia familia (tenía 25 años), no tenía descendientes… pensaba en el dolor que le produciría a mi madre por no volver… y sí tuve miedo en esas situaciones tan críticas, pero también tuve fe y esperanzas y un comandante que me cuidó como a uno sus tantos hijos del mar.
–¿Considera que el desenlace de la guerra afectó negativa o positivamente al país? ¿Se podría haber evitado la guerra?
–Personalmente creo que la guerra afectó en forma negativa al país, más que nada porque somos un país triunfalista y no aceptamos la derrota y creo que no se tomó conciencia real de lo que sucedió y el porqué de los hechos. Hoy hay versiones que distan mucho de ser la realidad de lo sucedido, relatadas por personas que jamás estuvieron en el lugar del conflicto. Malvinas aparece como una versión distorsionada, como que no pertenece a la república y no se le da la verdadera dimensión y la importancia que merece.