LA POLICÍA MILITAR, OTRO CAPÍTULO DE LA GUERRA DE MALVINAS
Parte III
“Y que te haya dicho tu mayor o tu capitán: «Soldado cumplió la misión», que te dé un abrazo, que importante todos los años que te dé un abrazo, llega un momento que es muy fuerte, porque nosotros cuando llegamos nadie nos dio un abrazo. No nos estaban esperando. Es la parte más dura”, afirmó al borde de las lágrimas.
“Llegar a tu país y no encontrar a nadie. Llegamos en tren a Campo de Mayo. No sentimos solos. No sé si decir la palabra prisionero, pero estuvimos dos o tres días sin tener contacto con nadie. Cada soldado fue interrogado, para saber qué es lo que habías hecho y qué es lo que no habías hecho y en ese momento se acerca un civil, estábamos descansando, me acuerdo, para que contemos quienes habían llegado, porque no sabían los sobrevivientes, los nombres y ahí me anotaron y les di el teléfono de mi casa en Bahía Banca y ahí pudieron comunicarle a mi señora que habíamos llegado y que estaba vivo”.
Hagg dijo que el 2 de Abril pasado – en el acto al cumplirse los 30 años- encontró a ese hombre en Bahía Blanca y aseguró que “todos los años como que vamos cerrando un rompecabezas gigante”.
Recordó que cuando “ya estábamos preparando para recibir al enemigo, ahí nos informaron que ya se habían rendido, que teníamos que marchar a dejar las armas al pueblo. Aún no pude volver a Malvinas y es una asignatura pendiente».
Contó que tras la rendición estuvo “dos días en Malvinas y después nos embarcamos en un barco hospital para volver a Puerto Madryn. En ese momento embarcamos todos y ahí fue donde el mayor nuestro, que estaba a cargo de nuestra compañía, él primero vio embarcar a toda su compañía y una vez que estábamos todos a salvo, el vino dos o tres días más tarde”, relató Hagg. Aseguró que “el trato de los ingleses fue totalmente correcto”.
Crucero Belgrano
Dijo que “hace poco tuve el relato de un soldado que estuvo en el Belgrano, que me decía que él tomaba la guardia a las cuatro de la tarde y normalmente siempre llegaba a las cuatro y quince, que era un error que cometía de llegar siempre quince minutos tarde, pero ese día no pudo dormir en toda la tarde, porque normalmente estaba en su habitación descansando”.
Hagg agregó que ese soldado le contó que esa tarde, antes del hundimiento del Belgrano, como no habían cobrado, “fue a la cantina, y no podía dormir, algo le pasaba, como que tenía un presentimiento, y fue a la cantina a pedir algo para comer y como no tenía plata firmó un vale de unos chocolates y mientras lo estaba firmando decía total esto no lo voy a pagar. Llegó a su puesto de guardia a las cuatro y cuatro y cinco detonó el primer torpedo en la parte de abajo que si él hubiese llegado tarde estaría en ese lugar, abajo”.
Dijo que ese soldado le relató que tras el ataque “se fueron a las balsas y estuvieron 26 horas en el mar con el agua hasta la cintura prácticamente porque las balsas se llenaban de agua”.
En la Villa
Hagg dijo que llegó a la villa “una semana después del volcán y ver la Villa así, desolada, tapada por la ceniza, por la arena volcánica me hizo recordar tanto a ese momento que viví en Malvinas que me hizo estremecer. Ver la Villa en esas condiciones fue algo también que me frenó a volver a la Villa porque cada vez que venía volvía todo a la mente, todos esos pensamientos fuertes que vivimos en Malvinas, fue muy duro”.
Con la voz quebrada por la emoción señaló que “todos los días de mi vida, tengo recuerdos y me vienen a la mente ruidos, olores, sonidos que me hacen acordar a las Malvinas. Eso no me puedo olvidar nunca”.
“Quiero aprovechar este espacio, para nombrar a mi señora, para Adriana, que si no fuera por ella, por el gran apoyo que siempre tuve”, destacó.
La idea de volver
Hagg anticipó que tiene un proyecto “y vamos a ver si lo podemos conseguir. Es correr una maratón de 42 kilómetros, que se corre en Malvinas. Es para marzo del año que viene. Si Dios quiere vamos a ir. Este año corrieron diez argentinos y de los diez cuatro eran veteranos. Esta edición la ganó un inglés, segundo salió un africano y tercero un argentino”.
Dijo que con el Centro de Veteranos “siempre estamos haciendo cosas, también y trabajando acá para la Villa. Hace poco trabajamos para hacer una colecta en Neuquén para el Chaco y siempre tratamos de ayudar en lo que podamos”.
“Tenemos varios comedores escolares en Neuquén que hacemos aportes y con los chicos en las escuelas que siempre nos dan una mano que eso es importantísimo para que no se olvide”, valoró.
“Gracias a Dios, mi señora siempre estuvo atrás mío apoyándome, al principio, los primeros años ni hablaba del tema y ella no sabía nada y nunca me exigió. De a poco lo fuimos hablando, siempre de tener pesadillas y ella siempre me decía qué te pasa. Hasta que de a poco se fue. Por eso cada uno tiene sus tiempos. Tarde o temprano haces una catarsis”, finalizó el ex combatiente.
Oscar Martínez, el gurka argentino de las Malvinas
Una vez terminada la contienda bélica de 1982 y más allá de las amenazas de la dictadura, nunca se calló. A 32 años de la guerra con el Reino Unido de Gran Bretaña, no ha perdido en su vida la simpatía y el optimismo. Nos abre la puerta de su casa, nos invita a sentarnos, enciende su primer cigarrillo y revive su pasado. Continúa…