Se aproxima la Navidad, con sus compras, con las reuniones familiares virtuales y otras cosas que serán parte de la rutina… Sí, llega la Navidad y, con ella, todo lo que implica el mes de diciembre; sean las reuniones con compañeros de trabajo, como con los seres queridos; el cese de actividades, los regalos, festividades particulares y mismo los preparativos para terminar el año. Y no nos olvidemos de armar el arbolito, esa costumbre que se ha importado de las costumbres anglosajonas, de pueblos en donde la navidad es, climáticamente hablando, gélida.
El término “Navidad” viene de natividad, es decir, nacimiento… Todo lo que disfrutamos, porque lo tenemos, durante el transcurrir de este mes debería girar en torno a este suceso que, indiscutiblemente, ha marcado la historia de la humanidad; nos estamos refiriendo al nacimiento de Jesús, la encarnación de Dios como ser hombre.
En este tiempo de navidad es necesaria una preparación en nuestro interior, una conversión de nuestros pensamientos; es necesaria una esperanza… Porque convertirse es volverse de una posición a una nueva forma de vida. Es darse cuenta de los errores cometidos, decidirse a dar un giro y dirigirse hacia la dirección correcta; es un camino en el que se giró, para regresar, por darse cuenta de que se estaba yendo en la dirección incorrecta.
Es necesario saber hacia dónde nos dirigimos; o sea, ser conscientes que hemos pasado de lo malo a lo bueno, de lo menos a más; de lo bueno a algo mejor… Y cuando pensemos en la renovación, no lo hagamos sólo en no haber cometido alguna que otra falta grave, ni tampoco en haber salido de la hondura y de no haber perdido el estado de felicidad; pensemos en el gozo que representa vivir llenos de gracia y en armonía.
¡Jesús está próximo a llegar!; ¡preparemos el camino!… Y qué mejor manera de prepararlo que buscando la reconciliación con nosotros y con nuestros semejantes. Y, si bien necesitamos reconciliarnos con nosotros y con las personas que nos rodean, también necesitamos una reconciliación con Dios. Es preciso de una transformación interior, es preciso vencer la ilusión de lo aparente y hacernos sensible al espíritu para así percibir lo verdadero.
Desde la ciudad de Campana (Buenos Aires), te envío un Abrazo y mi deseo que Dios te bendiga, te sonría y permita que prosperes en todo, derramando sobre ti, muchas bendiciones de Paz, Amor, y mucha Prosperidad.
Claudio Valerio- © Valerius