No sólo somos responsables de aquello que decimos; también lo somos de lo que no decimos. (Martín Lutero).
Somos responsables de lo que decimos, de nuestras palabras; pero es importante comprender que no lo somos de las interpretaciones que hacen los demás de las mismas.
¿Cómo es nuestro carácter? ¿Alguna vez nos hemos puesto a pensar que son nuestros pensamientos los que marcan nuestras palabras, y que son ellas las que marcan nuestros actos para así llegar a nuestro destino? ¿Alguna vez hemos observado lo que decimos, lo que pensamos, la forma en que procedemos y actuamos?
La propiedad de ser responsables motiva cuidar de uno mismo y de los demás, siendo ésta una respuesta a la confianza que otros depositan en nosotros, en lo que somos.
La palabra es mágica. La palabra es sagrada. La palabra construye. La palabra destruye.
Una palabra basta para hacer feliz a alguien. Una palabra basta para construir o destruir cualquier relación. Una palabra es suficiente para herir profundamente.
Generalmente nos detenemos a reflexionar en nuestras palabras después de haber ocasionado algo con ellas. Solo cuando sucede algo inesperado nos detenemos a preguntar, ¿porque me ha sucedido a mí? ¿Acaso fue tan grave lo que dije?
Las palabras son el cimiento de lo que creamos en nuestra vida día a día y existe un tremendo poder en ella. ¿Nos quejamos porque tienes que ir al trabajo? ¿Todos los días hacemos un raconto de nuestros dolores físicos? Si nuestras palabras al mirarnos al espejo son referidas a nuestro aspecto, que estamos gordos, que tenemos más canas, alguna nueva arruga, y otras tantas expresiones similares, este mensaje negativo nos acompañará durante el día y varios días; nos dormiremos con él, aparecerá en nuestros sueños; al punto que al día siguiente estará más fortalecido.
Nuestro desafío debe ser que podamos emprender un viaje a nuestro interior, observar nuestros pensamientos y, posteriormente, incorporar palabras y afirmaciones positivas a nuestro vocabulario, como también adoptar nuevas actitudes. La observación de nuestras palabras y nuestros pensamientos, debe ser una práctica permanente… Si así lo hacemos, comenzaremos a dejar de vivir inconformes con nuestra historia.
Ser responsables de nuestras palabras, responsabilizarnos de nuestros actos, hablan por sí solos y de todo lo somos capaces de atraer… ¿Porque culpar al otro de todo lo que nos sucede?
Debemos darnos cuenta de que atraemos hacia nosotros la mayoría de las cosas que nos suceden.
Desde la ciudad de Campana (Buenos Aires, Argentina), recibe un abrazo, junto a mi deseo de que dios te Bendiga y prospere en todo lo que emprendas, y derrame sobre ti Salud, Paz, Amor, y mucha prosperidad.
Claudio Valerio.
® Valerius