Hoy querría verte. Me es tan necesaria tu presencia como beber agua; porque, por momentos, estoy sediento de tu persona. Tengo muchas ganas de sentirte corporalmente y, a pesar de todo esto, te digo que estoy bien y sigo mi vida, guardando una misteriosa felicidad en mi corazón, esperándote… Pongo mis ojos enamorados en ti, porque tú eres mi horizonte de Amor porque, pareciera, que nunca te alcanzo y que no te alcanzaré.
Sé que estás allí, esperándome también. Y es así como te vislumbro.
Hay una leyenda que nos cuenta el amor eterno entre la luna y el sol. Básicamente cuenta que cuando el sol y la luna se miraron por primera vez, en tiempos en que el mundo aún no existía, se enamoraron y comenzaron a vivir un gran amor. Más cuando Dios decidió crear al mundo, decidió que el sol iluminaría el día y que la luna iluminaría la noche; por lo que, con este toque final, ellos estarían obligados a vivir separados para siempre… Pero Dios, con su infinita misericordia, al verlos tristes a ambos por lo decidido, les dijo: “No se pongan tristes, porque de ahora en adelante los dos tendrán brillo propio” tú, luna, vas a brillar en la noche, serás la inspiración de los enamorados y la protagonista de los más bellos poemas de amor. Y tú, sol, iluminarás la tierra durante el día, darás calor al ser humano, y cuando tú aparezcas en el firmamento sentirán alegría, tu simple presencia los hará más felices, a pesar de esto, a ellos les invadió una gran tristeza cuando se dieron cuenta de que nunca más se encontrarían… En silencio la luna lloró y, al sentirse desolada, Dios le envió miles de estrellas para que la acompañaran, por lo que cuando la luna está triste recurre a las estrellas, quienes hacen de todo para consolarla. La luna disimula su tristeza, el sol finge que es feliz… Pero, Dios, que todo lo sabe, decidió que ningún amor del mundo fuera Imposible, porque para Él no hay nada Imposible y es así que creó el eclipse. Hoy luna y sol y viven esperando esos maravillosos instantes, esos raros momentos que les fueron concedidos para que puedan amarse…
Tomando la representación del romance eterno del Sol y la Luna, te regalo mi Brillo de Sol dorado, y tú, de tu parte, regálame tu Luz de Plata para poner calor a nuestras almas.
Recordando las palabras de la Madre Teresa, he encontrado la paradoja de que si amas hasta que te duela, ya no puede haber más dolor, sólo más amor…
Desde la ciudad de Campana, Buenos Aires, envío un abrazo y mi deseo que la vida te sonría y permita que prosperes en todo lo que emprendas; y derrame sobre ti Salud, Paz, Amor y mucha Prosperidad.
Claudio Valerio
** Valerius **