Efemérides
A 55 años de “La Noche de los bastones largos”
El 29 de julio de 1966, un mes después de instalada la dictadura que derrocó a Arturo Illia, Juan Carlos Onganía ordenó la intervención de las universidades. La resistencia de las autoridades, los graduados y los alumnos fue reprimida salvajemente.
Por orden del dictador Juan Carlos Onganía, se delineó el decreto ley 16.912, por el cual se intervinieron todas las Universidades del país. Al generarse resistencia en su seno, se desató una represión salvaje que, con detalles de matiz, permitió equiparar esa jornada a la “Noche de los Cristales Rotos”.
Ya la noche del martes 28 de junio de 1966 el rector de la UBA, Hilario Fernández Long, llamó a los docentes, alumnos y graduados a defender a las autoridades que habían elegido y a “mantener vivo el espíritu que haga posible el restablecimiento de la democracia”.
Sin embargo, no era solo la paranoia de los complotados para derrocar a Arturo Illia. La llamada doctrina de la seguridad nacional impartida en la Escuela de las Américas hizo que en 1965 no solo las tropas de Estados Unidos acrecentaran su presencia en Vietnam y comenzara una guerra feroz que duró una década, sino que a principios de ese 1965 se produjo la invasión a Santo Domingo precisamente del cuerpo de Marines para desalojar al presidente de ese país. Fue el 28 de abril y en la UBA la repercusión del conflicto fue inmediata. Dos días después, el Consejo Superior había emitido una declaración repudiando la invasión. Pedían a Illia que asumiera una posición contundente en defensa del principio de autodeterminación de los pueblos.
Los claustros se plegaron de forma masiva. El 5 de mayo se registraron fuertes enfrentamientos entre los estudiantes porteños y la policía porque la guardia de infantería y la caballería dispersaron una gran manifestación en la explanada del Congreso. El olor a gases lacrimógenos y las corridas se extendieron.
A las diez de la noche de ese frío viernes 29, la Manzana de las Luces, en pleno centro porteño, donde 161 años antes se habían desarrollado acciones de resistencia a las tropas inglesas, la guardia de infantería de la Policía Federal entraba pertrechada para reprimir.Allí, en Perú 272, funcionaba una de las dos sedes de Ciencias Exactas. Rolando García, el mismo decano que había tomado la palabra un año antes para repudiar la invasión a Santo Domingo, se les plantó a los fornidos policías. García fue herido en una mano, y hubo varios científicos más; Oscar Varsavsky y Manuel Sadosky, entre otros doscientos estudiantes y profesores, fueron sacados con las manos arriba y trasladados a las comisarías de la zona.
Fue la “noche de los bastones largos”, llamada así por el tamaño de los palos que portaban los uniformados para dar el primer paso del disciplinamiento académico, la libertad de cátedra, la de expresión y poner fin a la autonomía universitaria.
En los días siguientes, alrededor de la mitad de los docentes de la Universidad de Buenos Aires presentó su renuncia como protesta ante la intervención y la violencia. Eran miles de profesores. Desde el Ministerio del Interior la decisión fue cerrar las facultades.
Se inició entonces una verdadera “fuga de cerebros” cuyas consecuencias todavía se sienten hoy en el desarrollo científico argentino.