“El disco de la abuela”, es un emocionante y breve cuento que nos retrotrae a nuestra niñez. A los domingos con música en nuestros hogares, y al tema favorito que se escuchaba reiteradas veces como parte de un ritual familiar. Juan Carlos Villalba, como en cada una de sus obras, nos entrega parte de su vida y nos representa en situaciones cotidianas de una época inolvidable, y de una historia en común.
– ¿Qué dice la canción Abu? – preguntaba yo
-No se, mi amor, no se – contestaba emocionada.
-¿Y entonces porque lloras?
-Tampoco lo sé – decía y se quedaba mirando a lo lejos, mientras me acariciaba entre melancólica y feliz.
Esta escena se repetía casi todos los domingos en casa de la abuela cada vez que ponía a sonar su disco preferido.
Aquella música y esa voz maravillosa que cantaba en un idioma por entonces extraño para mí, me sugería imágenes surrealistas, una especie de pájaro inexplicable que cambiaba de formas y colores, según el momento y el tono de la melodía.
Pero…
¿Porque lloraba la abuela?
¿Porque muchas veces terminamos abrazados y lagrimeando?
¿Qué poder tenia aquella música para conmovernos de esa manera?
Durante muchos años me lo pregunte.
Con el tiempo, convertido en adulto y amante de la música clásica, supe que aquel idioma era el francés, que aquella mujer de voz insuperable era María Callas, que el aria que cantaba pertenece a la ópera Carmen, de Georges Bizet, y que el tema aquel, que curiosamente me sugería la figura de un pájaro fantástico, se titula “El amor es un Pájaro Travieso”.
Pero…
-¿Que tenía aquella música? – me seguí preguntando.
En la actualidad, gracias a estudios neurocientíficos y a la psicología, sabemos cómo funcionan distintas áreas del cerebro ante la estimulación musical, se ha demostrado que favorece la integración social, facilita la expresión de sentimientos e ideas, mejora la capacidad creativa y amplia las facilidades lingüísticas.
Que las pulsiones generadas activan esas zonas donde están las neuronas espejo, que actúan reflejando las acciones y/o intenciones de otros como si fueran propias, de tal forma podemos sentir su tristeza, su dolor, su alegría; permitiendo modificar estados de ánimo y compartir sentimientos.
Esto que la ciencia tardo años en explicar, la abuela, tan frágil, tan dulce y cariñosa, me lo transmitió amorosamente, casi en silencio, con su enternecedor e inolvidable abrazo.
Hoy, que tengo la respuesta científica a ese viejo interrogante.
Hoy, convertido en un “libre disfrutador” de la música clásica.
Hoy, que conozco perfectamente el argumento de la ópera “Carmen”, que aquel idioma no me resulta desconocido y sé de memoria la letra del aria que tanto nos emocionaba.
Cada vez que pongo el viejo disco, cierro los ojos y pretendo ignorar lo que dice, buscando volver a sentir aquel emocionado y cariñoso abrazo de la abuela.
Es entonces cuando ese pájaro fabuloso vuela nuevamente sobre mí.
Y por cierto que lo vuelvo a sentir.
Realizador cinematográfico, guionista y escritor