“Ese chico no tiene límites” es una frase repetida hasta el hartazgo. Porque, como todo el mundo sabe, los niños necesitan de ellos. Similar a los bordes geográficos, que determinan hasta donde llega un territorio y donde comienza otro, el límite, define, da identidad.
Si lo pensamos bien los límites están siempre presentes, como dice el Dr. Carlos González: “No existen los niños sin límites. Factores físicos que ni el niño ni sus padres pueden modificar ya imponen unos límites considerables (…) si de verdad los límites fueran necesarios para la felicidad de los niños y para la formación de su personalidad y su carácter, no cabe duda que todos los niños, ricos, pobres, educados rígidamente y “mimados”, tienen cada día cientos de oportunidades para disfrutar de tales límites”. Aunque lo habitual es determinar que un chico no tiene límites cuando “pide” de manera desmedida o cuando su movimiento constante nos distrae y nos reclama atención.
Los niños, como los adultos, piden aquellas cosas que suponen serán escuchadas. Por eso muchas veces la necesidad original queda solapada (se piden caramelos, en lugar de atención y juego). En general, si logramos descifrar el pedido original con un poco de astucia, él mismo desestimará el pedido desplazado. Laura Gutman dice que cuando los niños “no tienen límites, piden desmedidamente o no se conforman con nada, no es sólo presencia física, es presencia y compromiso emocional lo que reclaman.” Y tienen derecho a obtenerlo.
Deberíamos aprender a escuchar y tomar en cuenta sus pedidos con intención de llegar a un acuerdo, acercar posiciones. Es posible mostrarles con el ejemplo que sabemos que dos necesidades pueden coexistir. Acuerdo con Casilda Rodrigañez Bustos: no se trata de ignorar los límites, sino de la forma de abordarlos (…) En lugar de considerarlos meros caprichos podemos proponernos analizarlos juntos, tener en cuenta todos los factores (contexto, situación, deseos del niño, deseo del adulto) y tomar una decisión conjunta. El ejercicio del respeto nos exige al menos detenernos en este punto: intentar tener en cuenta el punto de vista de nuestros niños.
Es notable cómo la lógica de las relaciones de poder está enquistada en el seno de las relaciones familiares. Cuando decimos: “yo mando” y “vos obedecés, estás sometido a mi voluntad” olvidamos que los niños son personas. Personas que necesitan de nosotros, no nuestros subordinados. La propuesta es, entonces, cambiar LUCHA por ENCUENTRO. La Dra. François Dolto afirma que el ser humano tiene la misma capacidad de comprensión desde el nacimiento hasta la muerte. Por ello es importante valernos de explicaciones sencillas y accesibles e informarles de las razones por las que no se puede tal o cual cosa y acompañarnos en la frustración mutua (del niño y del adulto). Empatizar (sentir desde su punto de vista) es posible, aunque cueste creerlo. Probablemente lo más doloroso y angustiante cuando aparece el límite en su forma más estricta sea que el niño siente que sus sensaciones, necesidades y deseos son desestimados. Les enseñamos una limitación en su escucha, en la de sí mismo y, por ende, de los otros.
¿Qué sucede cuando no somos capaces de sostener un límite? preguntémonos acerca de la legitimidad de este: elaboremos, exploremos, qué nos pasa a nosotros con nuestra frustración, esa que queda expuesta a través la frustración de ellos.
Al igual que Carlos González, “no estoy defendiendo que no pongamos límites a nuestros hijos, por la sencilla razón que eso es imposible.(…) si nuestro hijo nos pide algo que no perjudica su salud, que no destruye el medio ambiente, que sí le podemos pagar, que sí tenemos tiempo para darle…, no se lo prohibamos solamente para marcarle límites o para que se acostumbre a obedecer (…) Si le hemos negado algo y vemos que su reacción es “desproporcionada”, ¿no será que habíamos valorado mal las circunstancias(…)? ¿de verdad va a coger la lepra si se baña mañana y no hoy? (…) Si decidimos no ceder(…), seremos capaces de usar nuestra autoridad sin prepotencia, de no añadir gritos y afrentas a nuestras órdenes, de tolerar la frustración de nuestro hijo y aceptar que obedezca refunfuñando y no con una sonrisa como los niños buenos de las películas?”.
Al menos detengámonos a pensar en estos temas, no hay fórmulas, ni verdades absolutas cuando crianza se trata:
Un hijo casi siempre nos enfrenta con muchas preguntas e inquietudes.
Convivir con ello no es fácil.
Aceptémoslo y trabajemos codo a codo para encontrarnos.
Counselor Gretel Islas
Fuentes: Gonzalez,Carlos: Bésame mucho, colección vivir mejor, ediciones temas de hoy s.a., 2003
Gutman, Laura: La Maternidad y el encuentro con tu propia sombra. Ediciones del nuevo extremo, agosto 2003
https://sites.google.com/site/casildarodriganez/los-limites-y-la-complacencia