LA VOLADURA DEL PUENTE FITZ ROY EN MALVINAS
Parte III
Esto permitió que el ataque de la Fuerza Aérea Argentina, con sus bombas, causara graves daños materiales y personales. Murieron 33 soldados de la guardia galesa, 5 tripulantes de los buques, 2 ingenieros de la armada, 4 ingenieros del ejército, 2 soldados, 2 sanitarios y 1 comandante del Real Cuerpo de Sanidad y hubo más de un centenar de heridos». Por su parte, el libro de P. Eddy y M. Linklater, “La otra cara de la Moneda”, expresa: «Fue, con mucho, el siniestro más grande infligido a los británicos».
Corría el mes de abril de 1982, y me encontraba destinado en la Escuela de Ingenieros, integrando la Compañía Demostración. El día 8 de ese mes, nos reunió el jefe de compañía, para impartirnos una orden preparatoria relativa a nuestro traslado a las Islas Malvinas. Allí supimos que integraríamos la Compañía de Ingenieros de Combate 601, organizada sobre la base de personal, armamento, materiales y equipos del Instituto. Inmediatamente, todos nos sentimos electrizados, al punto que cuando escuchábamos nuestros nombres integrando el rol de combate, nos invadía una extraña sensación de euforia y preocupación. Y cada uno quería ser de la partida. Fueron 48 horas de intensos preparativos e incertidumbres, que aprovechamos para completar nuestro equipo y armamento. Además, dispusimos de un pequeño franco para despedirnos de nuestras familias. Estábamos todos inflamados de patriotismo y preparados para afrontar las arduas exigencias que, según suponíamos, nos esperaban. Por fin, el 11 de abril pisamos suelo malvinense.
El 18 de mayo de 1982, me encontraba como jefe del tercer grupo, integrante de la tercera sección de la Compañía d Ingenieros de Combate 601. Ese día, debí instalar un trecho de faja minada, ubicado al Sur de Puerto Argentino, delante de las posiciones defensivas del RI 6.
El segundo jefe de compañía nos puso en situación: debíamos trasladarnos a la zona de Fitz Roy, para reemplazar a personal de ingenieros de la Infantería de Marina. También hasta ese día, dicho personal había dado la seguridad al puente, ubicado en las cercanías de un establecimiento rural. Luego, comenzaron a replegarse a Puerto Argentino, sin poder dar fuego a las cargas instaladas en el puente. El mismo día se impartió la orden de traslado hasta el lugar del puente. El grupo fue integrado por el jefe de la sección, teniente Darío Horacio Blanco, los cabos Juan José Martín y Luis Ernesto Fernández y los soldados Mastrulli, Marcilese, David, Orellano, Peralta, Condori, González y Palavecino.
Hoy, a 40 años de aquel momento, creo que no alcancé entonces a darme cuenta que estaba por participar en una de las misiones más importantes y significativas de mi carrera: la voladura del puente Fitz Roy. Este puente se encontraba ubicado en un estuario, al Sudoeste de Puerto Argentino. La acción sería muy relevante, no solamente desde el punto de vista táctico, sino, fundamentalmente, por el esfuerzo continuado que realizaríamos, la precariedad de los medios de que disponíamos, y la incertidumbre y el agotamiento en que nos encontrábamos. Sin embargo, este hecho no constituye un mal recuerdo; por el contrario, creo que todo contribuyó a que nos uniésemos fraternal y solidariamente, y que compartiéramos momentos de especiales alegrías y emociones. Unos a otros, supimos tranquilizarnos y contenernos, acciones éstas muy importantes para superar la difícil situación que vivíamos en ese lugar, alejados de todo.
Una vez llegados a la zona de Fitz Roy, observamos un profundo estuario, cruzado por un puente que comunicaba las localidades de Fitz Roy, donde se encontraba un pequeño establecimiento rural y Puerto Argentino. La obra de arte era de unos 100 metros de largo, con calzada de madera y gruesos pilotes de hormigón.
En síntesis, nuestra misión consistía en reemplazar a un grupo de ingenieros de la Infantería de Marina que había dado la seguridad al puente hasta ese día, y proceder a volarlo. Circunstancias técnicas que desconocíamos se lo habían impedido al grupo mencionado, quizá porque habían sufrido el hostigamiento de un fuerte fuego naval.
En pocas horas preparamos nuestro armamento, el equipo individual, unos 40 Kg de trotyl, el cordón detonante, y los pocos materiales de ingenieros que nuestra sección disponía.
Nos trasladamos en helicóptero hasta el lugar; el vuelo de combate duró, aproximadamente, 20 minutos _la situación requería un traslado rápido_. Como desconocíamos si el enemigo había tomado el puente, desembarcamos con la aeronave en movimiento y revisamos el lugar, instalando de inmediato un dispositivo de seguridad. Asimismo, se controló si había trampas explosivas. Existía un vivac ya abandonado con equipos y munición; por otra parte, los infantes de marina, al replegarse, habían dejado todas sus pertenencias. Aún conservo en mi poder, como recuerdo, una pequeña biblia que hallé en el lugar. Recuerdo, también, que al acercarnos al puente para establecer las causas que motivaron la falla, encontramos un circuito pirotécnico muy bien instalado, pero que no había funcionado, a raíz de que sus mechas estaban humedecidas. Se notaba, empero, cuánto esfuerzo habían realizado los infantes de marina para intentar encender esas cargas. En general, el dispositivo constaba de cargas colocadas en cada uno de los pilotes, con uniones de cordón detonante.
El trabajo inmediato -aun cuando no se contaba con los medios adecuados- fue dejar listas las cargas, dado que el enemigo podía atacar el puente en cualquier momento. Para volar la totalidad de la obra de arte se necesitaba mucho explosivo, ya que dicho puente tenía una longitud cercana a los 100 metros.
Antes del anochecer, ubicamos la totalidad de los 40 Kg de trotyl en el estribo de primera orilla, para lograr un efecto de carga rápida, ya que así lo exigía la situación que vivíamos en ese momento. Al día siguiente, mejoramos la distribución de las cargas. Una parte del explosivo lo dejamos en primera orilla, y el resto lo distribuimos en los primeros pilotes; colocamos, también, un doble sistema de encendido -pirotécnico y eléctrico-, porque ya teníamos la experiencia del anterior grupo, cuya única instalación pirotécnica les había fallado. Asimismo, aseguramos el correcto funcionamiento de los sistemas con una central de fuego, en un lugar donde tanto de día como de noche, había un hombre alistado para dar fuego, en caso de un ataque enemigo. Por último, instalamos, a cubierto, una central de fuego, en proximidades del puente. Continúa…