𝐆𝐑𝐔𝐏𝐎 𝐃𝐄 𝐎𝐏𝐄𝐑𝐀𝐂𝐈𝐎𝐍𝐄𝐒 𝐄𝐒𝐏𝐄𝐂𝐈𝐀𝐋𝐄𝐒 𝐃𝐄 𝐋𝐀 𝐅𝐔𝐄𝐑𝐙𝐀 𝐀𝐄𝐑𝐄𝐀 𝐆.𝐎. 𝐄–
S𝐮 𝐩𝐚𝐫𝐭𝐢𝐜𝐢𝐩𝐚𝐜𝐢𝐨𝐧 𝐞𝐧 𝐌𝐚𝐥𝐯𝐢𝐧𝐚𝐬–
𝘙𝘦𝘭𝘢𝘵𝘰 𝘥𝘦𝘭 𝘦𝘯𝘵𝘰𝘯𝘤𝘦𝘴 𝘱𝘳𝘪𝘮𝘦𝘳 𝘵𝘦𝘯𝘪𝘦𝘯𝘵𝘦 𝘌𝘥𝘶𝘢𝘳𝘥𝘰 𝘚𝘱𝘢𝘥𝘢𝘯𝘰.
La Fuerza Aérea Argentina dio origen al Grupo de Operaciones Especiales (GOE), creado en 1979 a poco de finalizado el conflicto con Chile, para dar golpes de tipo comando en profundidad, más allá las líneas enemigas y servir de apoyo a las misiones aéreas, basándose exclusivamente en el exhaustivo y riguroso entrenamiento de sus cuadros. El mismo incluía la especialización en paracaidismo, buceo táctico, tiro y resistencia física, haciéndolos extremadamente aptos para llevar a cabo difíciles incursiones tras las líneas enemigas, con pequeños grupos de hombres (se los solía llamar “los come vidrio” por sus costumbres de disfrutar del peligro, las privaciones y todo lo que fuera privaciones físicas).
-𝘙𝘦𝘤𝘶𝘦𝘳𝘥𝘢 𝘌𝘥𝘶𝘢𝘳𝘥𝘰 𝘚𝘱𝘢𝘥𝘢𝘯𝘰.
Mi relato comienza cuatro días antes de la operación Rosario, una febril actividad despertó a los miembros del GOE en su base de José C. Paz (VII Brigada Aérea), evidencia de que algo fuera de lo común estaba aconteciendo. En una sala próxima al Casino de Oficiales había una mesa con la maqueta de una pista que se extendía sobre una península, rodeada de costas agrestes. La misma llamó la atención de muchos oficiales más cuando alguien preguntó de qué se trataba aquello y nadie le respondió. Sin embargo, poco después, el jefe del GOE, vice comodoro Esteban Luis CORREA, reunió a sus hombres y les dijo que el despliegue no era un ejercicio sino una verdadera acción de guerra (se me detuvo la respiración, íbamos a hacer lo que por años entrenamos). Se ordenó el acuartelamiento del personal y poco después se informó a la tropa sobre la recuperación del archipiélago aclarando que la orden de alistamiento era inminente. Asombro, emoción, incertidumbre y confusión fueron las sensaciones que experimentaron los cuadros. Sin embargo, a las 21.00 hs.De ese mismo día, la misión se suspendió, dando lugar a la consabida desazón. Pero poco duró el desánimo porque a la mañana siguiente, la movilización volvió a ponerse en marcha y los efectivos iniciaron su febril actividad.
La noche del 31 de marzo las tropas se alinearon en el patio de la unidad y marcharon hasta los vehículos que debían conducirlas a El Palomar, cargando su armamento y equipo bajo la triste mirada de quienes no habían sido seleccionados para participar en la operación. En momentos de partir, alguien gritó “¡Fuerza GOE, con todo!”.
El camión cubrió el trayecto de José C. Paz hasta la brigada aérea en poco más de media hora y una vez allí, los hombres echaron pie a tierra para abordar el avión que los conduciría hasta la base de redespliegue en Comodoro Rivadavia.
Llegaron después de dos horas de vuelo y a las 04.00 hs. Del 1 de abril se acomodaron dentro del Hércules C-130 matrícula TC-68 en el que pasarían a la zona de conflicto. La gente del GOE partió a las 05.15, iniciando un silencioso viaje de casi dos horas. Junto a ellos embarcó el Estado Mayor del Componente Aéreo del Teatro de Operaciones Malvinas (EMCATO), un Elemento de Control de Transporte Aéreo y el material para establecer una terminal de cargas en la nueva unidad aérea. Se iniciaba de ese modo, la ejecución de la fase «Asalto» de la Orden de Operaciones Aries 82.
Piloteado por el comodoro Carlos Julio Beltramone, el Hércules se mantuvo orbitando aproximadamente una hora al este de Puerto Argentino en tanto en tierra se combatía y la gente de Seineldín trabajaba afanosamente para despejar la pista (los ingleses habían colocado obstáculos y hasta unas máquinas viales en la pista del aeropuerto). Finalmente, a las 08.45, inició la maniobra de descenso. Mientras lo hacía, una voz gruesa se dejó sentir por los parlantes del avión.
– ¡No podemos aterrizar; se está combatiendo en el Aeropuerto, no han encendido las balizas; hay una ametralladora 12,7 de ellos en la cabecera de pista! Inmediatamente después, la misma voz volvió a decir: – ¡Atentos que ahí vamos! ¡Tomar los dispositivos de combate, suboficial Barros, cubra puerta derecha, suboficial Martínez la izquierda!
El avión se iba aproximando a la pista con las trazadoras y las explosiones iluminando la obscuridad debajo de él. Al posar sus ruedas en el asfalto, los efectivos sintieron una leve sacudida y casi al mismo tiempo el ruido de los motores en maniobra de frenado – ¡Abrir puertas y bajar plataforma! – Volvió a decir la voz a través del parlante- ¡Atentos con la ametralladora de la cabecera! ¡Preparado el GOE para el asalto, se está combatiendo duro!
El teniente Eduardo Spadano impartía directivas desde la novena hilera; la gente a su mando apretaba con fuerza sus fusiles y esperaba ansiosamente la apertura de las compuertas. Al frente se encontraba su jefe, el capitán Luis Darío Castagnari e inmediatamente detrás su segundo, el primer teniente Salvador Ozán con el resto de la agrupación, todos tensos y nervioso, con la boca seca y los músculos rígidos.
Cuando el gigantesco avión carreteaba sobre la pista, muchos recordaron el día de su primer salto en paracaídas y otros las películas bélicas que habían visto en tantas oportunidades.
Con las turbinas haciendo vibrar el avión con una fuerza de mil demonios, la compuerta trasera se abrió y los comandos saltaron fuera, precedidos por su jefe.
-¡¡A tierra GOE!!
Los efectivos echaron a correr hacia delante, mientras sus jefes impartían órdenes a los gritos tratando de hacerse oír. Se dispersaron por el terreno y amparados por la obscuridad buscaron cobertura.
El tiroteo que se escuchaba duró poco porque los Royal Marines se replegaron en dirección a la Casa de Gobierno. Eso les permitió dejar las posiciones y junto a los comandos anfibios y el Regimiento de Infantería 25, efectuar un exhaustivo examen del terreno en busca de trampas cazabobos. Cuando todo terminó, se les ordenó formar y encaminarse a un hangar, detrás de la usina, el cual a partir de ese momento se convirtió en su cuartel.
Cumplida su misión, el 3 de abril la unidad debía regresar al continente, pero una contraorden llegada desde el comando la mantuvo en la zona.
Durante todo ese mes, el grupo colaboró activamente con la seguridad y la actividad de la BAM “Malvinas”, cavando trincheras, construyendo puestos de guardia y refugios, preparando sistemas de trampas con explosivos e instruyendo en labores técnicas y logísticas al personal que se desempeñaba en el aeropuerto. Aparte de eso, llevó a cabo tareas inusuales como liberar la hélice del “Río Cincel”, que se había enredado en la cadena del pesquero polaco “Goplo”. En apoyo a las operaciones aéreas el GOE procedió al balizamiento del aeropuerto y reforzó la seguridad de vuelo, facilitando notablemente la misión de los aviones de transporte que mantenían activo el puente aéreo entre las islas y el continente. Consciente de la experiencia y el profesionalismo de los integrantes de la agrupación, el alto mando les asignó la responsabilidad de instruir a los soldados, levantarles el ánimo y mantenerlo en alto para el momento del combate. En la madrugada del día 29 de abril (04.00 hora argentina), una ráfaga de ametralladora perforó las chapas del hangar donde se alojaban los cuadros. Los hombres del GOE se incorporaron sobresaltados y al ganar el exterior rodearon los tambores de combustible apilados cerca, descubriendo que detrás de ellos se hallaba agazapado un joven conscripto. Debido al error de un centinela, el soldado casi abate a uno de los comandos que en esos momentos montaba guardia, salvando su vida al arrojarse al suelo (los disparos pasaron a milímetros de su cabeza).
El GOE tuvo su bautismo de fuego en la madrugada del 1 de mayo, cuando una bomba cayó exactamente detrás de su hangar y otra pegó junto al vivac de la IX Brigada Aérea, causando muertos y heridos. A las 07.30 (10.30 Z) dos Sea Harrier llegaron por el norte y le dieron a un segundo hangar, próximo a la planta de combustible.