Esopo fue un famoso e incansable fabulista griego que, pareciera,
vivió en el siglo VI a.C. (620-560 a.C.). En torno a su figura hay
numerosas dudas e incertidumbres al punto que hay una muy difundida
tradición, pareciera que nació en Frigia, pero hay partidarios que la
hacen originario de Sardes, Tracia, Samos. Sobre él se conocieron una
gran cantidad de fábulas que, con el correr del tiempo, fueron
versificadas por otros filósofos. Esopo, fue un esclavo frigio y es
considerado el padre de la fábula.
Uno de sus amos, Xantus, le ordenó que fuera al mercado y le trajese
el mejor alimento que encontrara, para así agasajar a importantes
invitados. Esopo compró solamente lengua y la hizo aderezar de
diferentes modos. Los convidados se hartaron de comer lo que
saborearon como un manjar. Cuando quedó solo, Xantus le preguntó qué
era eso tan delicioso.
– Me pediste lo mejor -dijo Esopo- y traje lengua. La lengua es el
fundamento de la filosofía y de las ciencias, el órgano de la verdad y
la razón. Con la lengua se instruye, se construyen las ciudades y las
civilizaciones, se persuade y se dialoga. Con la lengua se canta, con
la lengua se reza y se declara el amor y la paz. ¿Qué otra cosa puede
haber mejor que la lengua?
Pocos días después, Xantus le dijo que llegarían unos visitantes
desagradables a los que debería atender por protocolo, pero quería
manifestarles su disgusto sirviéndoles una mala comida.
– Trae del mercado lo peor que encuentres, le recomendó.
Esopo trajo lengua y la hizo preparar con un sabor tan desagradable
que repugnó a los comensales.
– ¿Qué porquería es esa que serviste?, le preguntó Xantus.
– Lengua, contestó Esopo.
La lengua es el órgano de la blasfemia y la impiedad; es la madre de
todos los pleitos y discusiones. Con la lengua se calumnia, se
insulta, se miente. Con la lengua se rompen las amistades y es la que
da origen a las separaciones y las guerras… No hay nada peor que la
lengua.
La lengua es un arma de doble filo. Con ella podemos salvarnos, o
condenarnos. Es una herramienta que, según como se la utilice, puede
edificar y destruir. Es, sencillamente, como una espada de doble
filo… ¿Cuál prefieres?
El hombre no tiene garras, ni tiene colmillos; y, si bien no escupe
fuego, tiene el don del lenguaje y una lengua que puede ser tan suave
como la miel y tan afilada como un puñal.