Interés General

Haciendo catarsis: ¡Basta de vivir a medias!

por Claudio Valerio

 

Columnista, escritor, historiador e investigador.

 

 

Entre las cosas que ya no quiero están las experiencias incompletas.
Hoy abandono el andén de la fantasía, esperando un tren que nunca partió de ninguna parte. Es dejar la esperanza de que alguien se haga cargo de mí; nadie vendrá a rescatarme. Nadie vendrá a cargar mis maletas, ni las que llené de ilusiones ni las que portan mis carencias.

Hoy lo acepto. Ya, sin coraje, he decidido rendirme a la evidencia y dejar de endilgarle a medio mundo mis raspones. En este nuevo vivir que experimento, recapitulo lo aprendido sobre el amor y el dar. La gente no está obligada a aceptar mi ayuda. Qué carga más pesada les echamos a las personas al obligarlos a aceptar una ayuda que no pidieron. ¡Qué compromisos más incómodos les hacemos firmar! Renuncio a mi labor mesiánica. ¿En verdad me creía que podía hacerlo?  No importa qué tanto o qué tan buena pueda ser mi ayuda;  simplemente es y no puedo sembrarle a la gente mis propias necesidades.  Entender esto, a veces es difícil; andamos haciendo por otros lo que nos hubiera gustado recibir.

Si algo he decidido dejar atrás, son las medias tazas y el andarme por las ramas. He entendido que si mi actitud hacia la vida sigue siendo mezquina, no puedo esperar que sea magnánima conmigo. Cosechamos el fruto de nuestra siembra. Eso lo sabemos y hacemos como que no. Si te encuentro y me guardo mis reservas, por aquello de que no te conozco, pues entonces no he de quejarme de tu falta de entrega.

Pedirle garantías a la vida en una relación, es oscilar entre el absurdo y la ingenuidad. “Nadie inteligente mide el rio con los dos pies”, reza un proverbio africano. Esto funciona muy de maravillas en los negocios, o en los nuevos proyectos de trabajo. Pero, intentar enamorarse con cautela, se cuenta entre las ocurrencias más absurdas. No hay nada seguro; la maravilla de los vínculos humanos radica en la confianza de esperar cosas buenas de la gente, en creer en su bondad interna. Aun a costa de que nos equivoquemos.  El amor no es un lavarropas nuevo. No se puede pedir certificados de garantía para confiar en las personas.  ¿Lo entiendes?  Soltar las amarras del puerto seguro de la desconfianza, te prepara para el oxígeno revitalizante del mar abierto.

Algunas veces tienes que llorar; otras, la decepción casi te hace añicos el corazón.  Hay momentos en que no entiendes cómo alguien te apuñala cuando le has dado hasta la vida. No se puede evitar. No es posible vivir el mundo metido en una burbuja, ni tocar a la gente y a la experiencia a través de un guante de látex para no ensuciarnos.
Hacernos los fuertes ante las personas, mantener los sentimientos en un puño, no hace más que generarnos estreñimiento emocional. Encerrarnos en nosotros y actuar como alguien que siempre tiene el control, tal vez parezca un puerto seguro,  pero ello hace que perdamos  la maravillosa experiencia de confiar y entregarnos, de atrevernos a mostrar  fragilidad, de conocer el alma de los otros, de acordarnos que aún estamos vivos cuando nos acarician la cara. Y esto último no puede sentirse si nos mantenemos dentro de la máscara. ¿Por qué no intentar quitarla y empezar  de cero?.

En esta nueva etapa que comienzo, estoy dispuesto a soltar la droga del conformismo, a llegar a transitar sólo por caminos donde me inspire volcar el corazón. Porque los autoengaños son una droga para el alma y un atentado a la inteligencia.

Quedarme en situaciones donde no hay nada que esperar y fingir que espero, es un desperdicio de vida y energía.  Hay cosas que ya terminaron desde hace mucho, se debe aceptar este hecho. Tel vez hemos estado durmiendo con un cadáver, aferrándonos a una ilusión malsana. Démosle permiso de partir a quien simplemente ya no late al compás de nuestros latidos. ¿Qué buscamos amor o compasión? Hay que definirse… Dejemos el tarot y las  margaritas, la loción de “Ven a Mí” y enderecemos la imagen de San Antonio.  Nada de eso nos devolverán lo que ya no es. ¡Ya no más gastar en brujas! …  Si es necesario llorar para aceptar que se acabó, pues hay que hacerlo, aunque sintamos que el dolor nos parte en medio. Es el costo de las adicciones, el precio a pagar cuando no entendemos que el ciclo se ha cerrado.

Soltar las amarras de la adicción puede ser muy doloroso e implica aceptar que las personas reales no son los ídolos que uno construyó, y que no tienen por qué serlo. ¿De dónde rayos sale que es así?… El que no coincida con uno, no los convierte en seres malvados ni traicioneros. Es, hablando simplemente, que pertenecen a otro camino. ¿Por qué se les habría de odiar por eso?

Hace un tiempo participé en la despedida de los restos mortales de una amiga. También en el panteón se aprenden cosas… Te vi partir así, tan de repente y, de pronto, me di cuenta que ya no ibas a hacer ese viaje tan anhelado a Nápoles… Pero la muerte te llegó primero y me dije: ¿qué tal si mañana soy yo?, u otra persona.
En el cortejo fúnebre caminaba una ancianita que era ayudada por su hijo a levantar las piernas, para sortear las tumbas,  y decía: “lo que son las cosas; primero los cargamos y ahora ellos nos tienen que cargar»… Sí, filosofías del camposanto, pensé. Como que la gente se inspira en los cementerios.
Así, tan de repente se nos va la vida. Y ya pasaron más de 50 años y volteamos y pensamos: ¿Qué carajos he estado haciendo todo este tiempo?
Definitivamente, en este tiempo por delante voy amar más y a gritarlo más fuerte. A mirar más hacia el cielo y dejar de perder el tiempo secándome las lágrimas. A tomarme el café pendiente con mis afectos y familia, quienes me han enseñado tantas cosas. Y, entre las cosas enseñadas, me enseñaron  a ser yo…  A “amar con mayúsculas”.  ¿De dónde rayos sacamos que somos de naturaleza inmortal?

Un planteamiento moralmente obligado es ¿Qué quiero realmente? ¿Cómo veo mi futuro?  Y por eso he decidido no morir de aburrimiento haciendo cosas que no me gustan. ¡Elijo vivir un camino con corazón! Porque una vida con corazón es la única que vale la pena vivirla. Sin ánimo de juzgarlos, cuando miro a una pareja que, tras años de caminar juntos, ya no se toman de la mano; en quienes el silencio suplantó a las palabras, que las miradas que antes fueron una y hoy se hallan perdidas. Y pienso: no me quiero ver así en un futuro. ¿Para qué te sirve esa vida aburrida cuando el estómago, ya sin mariposas, no te da un vuelco al ver venir en la banqueta al ser que dices amar?

¿Se puede  considerar sensato vaciar nuestra vida y juventud, nuestras ganas y energía, en alguien que acaba siendo un extraño? ¿Terminar queriéndose “como hermanos”? ¿Dormirse y levantarse del diario sin tan siquiera un beso o una mirada?…  Así sobreviven muchos; en calidad de “mueble”. Se vuelven parte de la decoración. Van y vienen el uno y el otro por la casa sin percatarse de que existen. Con unos hijos mal cuidados que prefieren que sus padres se queden en el trabajo y que sólo se comunican con ellos para pedirles dinero o para decirle algún monosílabo…  La gente tiene nombres bonitos para esos matrimonios. Le llaman, madurez.
Otros dicen que el amor intenso termina para dar paso a la calma y la convivencia apacible  Que sólo los  adolescentes viven enamorados. Que el amor intenso dura seis meses, dijo un psicólogo imbécil. Que el amor adulto prescinde de los besos y las caricias para dar paso a la seriedad.  Todas esas excusas seguro las inventó un fracasado, con demasiado orgullo y miedo de reconocer que se equivocó de pareja, y que ya no puede dar marcha atrás por los “compromisos”. Y sus ideas se volvieron ciencia para los pusilánimes y psicología barata para los conformistas. Todas son una excelente manera de no aceptar que se le tiene un miedo espantoso a la soledad y que se prefiere la jaula de la monotonía sin brillo… Una vida así, si te amas aunque sea tantito, no puede formar parte de tus planes.

Este próximo comenzar, me invita a soltar amarras. A tirar los lastres que me mantienen sumergido. He decidido salir a flote. A involucrarme sólo en cosas verdaderas y no dejar nada a medias…  ¿Nos hemos percatado con qué facilidad decimos que sí a proyectos para luego dejarlos tirados a un costado?

Te invito a valorar tu tiempo. A contar los días por sonrisas ganadas y abrazos genuinos. Sólo dile que sí a lo que verdaderamente te apasione, para después no andar con miserias.
La gente merece lo mejor de mí y yo no puedo conformarme con menos. Y, por eso, he decidido darle al mundo las cosas más hermosas que llevo dentro, sin limitaciones, sin miedos, sin matemáticas ni estimaciones bursátiles. Porque el amor no es una operación bancaria para estar calculando intereses. No incluye seguros contra posibles “cambios de opinión” ni por pérdida de tiempo. ¿Qué sentido tendría amar y confiar en alguien si pudiera ver el futuro en una bolita mágica?…  No existen garantías. Te amo y por eso elijo echar toda la carne al asador…  Porque, cuando hablamos del amor de una pareja, de uno hacia el otro, simplemente creo que es soltar amarras y atreverte a ser uno mismo.

Desde la ciudad de Campana (Buenos Aires), recibe un saludo, y mi deseo de que la vida te sonría y prospere en todo, y puedas derramar Salud, Paz, Amor, y mucha prosperidad.

Noticias relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Close