
Reflexiones sobre la Guerra de Malvinas
Por Juan Carlos Neves. ( Contralmirante Retirado, Veterano de Guerra de Malvinas y Master en Relaciones Internacionales)
Parte III
En su favor tienen el firme y decidido apoyo de los isleños (kelpers) que desean mantener su condición de británicos, la capacidad de auto sustentación que brindan las riquezas ictícolas de las islas y la posibilidad de explotar yacimientos petrolíferos en el área marítima. Está claro que Argentina es quien debe actuar para modificar el “status quo” y empujar a los británicos a la mesa de negociación atendiendo los intereses pero no los deseos de los kelpers ya que la decisión de fondo es una decisión que deben tomar dos Estados soberanos.
La conmemoración de los 30 años de la recuperación ha servido de incentivo para que el gobierno argentino renovara con distintas acciones el reclamo de soberanía. A las tradicionales declaraciones diplomáticas se ha sumado la interesante iniciativa de recabar la solidaridad regional aprovechando la existencia de nuevas organizaciones tales como la UNASUR y el MERCOSUR más comprometidas con los intereses regionales que la OEA misma. Las acciones concretas tales como la negativa a recibir buques con bandera de las islas, acordadas con distintas naciones sudamericanas, han tenido un efecto sensible para poner nuevamente el caso Malvinas en la agenda internacional. También se ha sumado la posibilidad de revisar la autorización de permitir la escala en Río Gallegos a los vuelos que van desde Chile a las Malvinas y las denuncias en distintos foros de la presencia de los medios militares británicos en el Atlántico Sur. Sin embargo, hasta el presente todo ello no parece suficiente para que Gran Bretaña considere siquiera examinar su cerrada negativa a sentarse en una mesa de negociaciones conforme lo ha recomendado reiteradamente la Asamblea General de las Naciones Unidas.
Más allá del consenso existente en que la recuperación de las Malvinas, en esta nueva etapa, debe encarase esencialmente por la vía diplomática, la maniobra estratégica debería contemplar toda la gama de acciones capaces de contribuir al logro del objetivo. Hace un tiempo se le preguntó a un funcionario estadounidense si su país contemplaba entre sus opciones el uso de la fuerza para resolver el conflicto desatado por el presunto desarrollo de armas nucleares por parte de Irán y contestó: nuestro país no descarta ninguna opción cuando se trata de defender sus intereses. Sólida respuesta. Argentina debe trabajar para recuperar las islas a través de la negociación, pero no debe permitir que Gran Bretaña descarte ninguna opción por parte nuestra. Su costo en defensa debe mantenerse alto y la alerta de sus hombres debe ser permanente. Están en un territorio ajeno y sostenido por el uso de la fuerza y deben ser siempre conscientes de ello.
El sistema de defensa argentino debería incorporar a la brevedad por adquisición o construcción elementos de proyección de poder naval, concretamente un buque de desembarco, contemplar la recuperación de su capacidad de contar con un buque con capacidad de portar aeronaves de ala fija, reconstituir su menguado poder aéreo y revisar los acuerdos que nos inhiben de desarrollar misiles de largo alcance. Estas capacidades contribuirían también a recuperar un perdido equilibrio en el orden regional y a poder operar en forma eficaz con las marinas amigas del continente.
Los acuerdos de pesca deben tender a dificultar la explotación pesquera por parte de los isleños y Argentina debería endurecer su postura con respecto a los vuelos a las islas que no salgan de nuestro territorio. La política de buenos amigos que protagonizó el Canciller Di Tella probó su fracaso ya que nada hay más favorable a quien tiene un “status quo” que lo favorece, que hacerle la vida sencilla y disminuirle los costos. Por ello son importantes las acciones tendientes a sancionar a las empresas que exploren o exploten recursos petrolíferos en áreas marítimas que al presente son litigiosas y la revisión total o parcial de los tratados que permitieron a Gran Bretaña reforzar sus posiciones en las islas y normalizar sus relaciones con la Argentina como si el conflicto no existiera, sin contrapartidas o concesiones efectivas hacia nuestro país. Toda la relación con Gran Bretaña debería estar condicionada al problema Malvinas porque no se puede ignorar ni aceptar pasivamente un caso flagrante de usurpación territorial y de rechazo sistemático a las recomendaciones de Naciones Unidas.
En este clima, el segundo elemento importante es plantearnos qué vamos a hacer con y en las Islas Malvinas cuando las recuperemos. Hay que decidir qué política migratoria estableceremos en ese frágil entorno ecológico, qué inversiones haremos o permitiremos, qué medios navales y aéreos destacaremos a las instalaciones militares que nos quedarán en herencia, etc., etc. De hecho, nadie creerá que nuestras intenciones de recuperación son serias si no sabemos decir para qué queremos estar allí, independientemente de nuestro inalienable derecho a estar. Si tenemos un plan sólido para el desarrollo y el futuro de las islas, podremos plantear más fácilmente las bases de una negociación.
En mi opinión Argentina debería presentar en el ámbito de los organismos internacionales un documento unilateral con las “Bases de negociación para la restauración de la soberanía argentina en las Islas Malvinas” de modo de lograr el consenso internacional para que Gran Bretaña se vea forzada a negociar o expresar un rechazo formal que la saque de la magnífica indiferencia con que recibe las actuales recomendaciones genéricas a tratar el tema de la soberanía.
Es evidente que además del incentivo negativo que significaría el endurecimiento de las relaciones con Argentina debería haber incentivos positivos para alentar la negociación. Algunos de los puntos en ese sentido podrían ser:
-Malvinas podría ser una provincia no dependiente de Tierra del Fuego, elegir sus autoridades localmente y designar sus tres senadores lo que le daría peso político.
-Se establecería la educación bilingüe, un adecuado período de adaptación para el cambio de mano de circulación y el respeto a la forma de vida local.
-Se contemplaría compensar económicamente a Gran Bretaña por las instalaciones militares que se recibirían con la posesión de las islas.
-Se contemplaría firmar acuerdos para dar prioridad a empresas británicas en la explotación conjunta de los recursos petrolíferos y pesqueros.
-Se contemplaría fijar una compensación para los “kelpers” que desearan abandonar las islas antes del traspaso de la soberanía. Como ejemplo nótese que, dado que los habitantes de las islas no superan las 3000 personas una compensación por dejar sus domicilios y su tierra natal de un millón de dólares a cada uno no superaría los 3000 millones en total. Si se piensa que hace pocos años hemos pagado 10.000 millones de dólares con reservas al FMI la cifra no parece tan abultada en términos de lo que recuperaríamos. Continúa…




