
La vejez no llega desde el interior, sucede por y desde el exterior… Reflexionemos un poco sobre todo lo que nos rodea y démosle valor, especialmente a quienes amas. La madurez no está en los años, sino en la mente… Sólo aquellas personas maduras comprenderán esto: Cuando amamos profundamente a una persona, también se amará el hecho que la misma se haga vieja; eso forma parte del ser humano.
Cuando a una flor la amamos profundamente, también amaremos su marchitamiento. Por lo que cuando la cara hermosa se haya arrugado, amaremos esas arrugas. Son parte de tu esencia mujer, son parte de tu esencia varón. Si amamos a un mortal y con el correr del tiempo su cabello se ha tornado blanco, también hemos de amar esos pelos. Esto no ha sido causal de lo de fuera, no fue accidentes; es la vida que se despliega haciendo que el tiente del cabello desaparezca y ha llegado el cano. También se amará que, cuando se envejezca, la persona se debilite. Tengamos presente que hacer el amor, es eso, amor; no es solo sexo con ser bonito.
Y llegará el día en que, cuando esa persona ya no esté, también amaremos eso; porque el amor no conoce otra cosa que no sea amor; el amor lo ama todo. Estar enamorado es poseer algo que está por encima del tiempo y de la edad.
A través de la escritura, la poeta y escritora Patricia Nascimento, de Brasil, nos comparte una prueba de cómo enfocarnos a mantener la calidad de vida, que no implica una cura para el envejecimiento, estimulando la mente y el cuerpo.
La casita de la abuela
Ese rancho de suelo rojo, con su porche lleno de historias. Esa señora con el pelo blanco atado y gafas viejas en la cara.
Estufa de leña que hace comida deliciosa, ¡que lindos recuerdos!
Escuchar la lluvia caer sobre su antiguo techo y escucharla gritar: “¡Trae el balde para esa gotera, muchacho!”
Al son de la lluvia, disfruta de un pastel de zanahoria con glaseado de chocolate caliente y pasteles de lluvia. Hecho en tu vieja compañera Estufa de Leña Roja.
Aquella casa de largos pasillos y gigantescas puertas verdes que nos llevaban a frondosos paisajes con flores y mariposas alrededor del almendro que existía desde la infancia de sus nietos que hoy lloraban de nostalgia por un recuerdo eterno.
El olor a tierra mojada que surgía al caer la lluvia, una rústica mesa de yaca que reunía a la familia para comer el almuerzo en la estufa de leña en sus ollas de barro.
La casita amarilla de la abuela con puertas verdes, dulces recuerdos cuando la vuelvo a ver.
Desde la ciudad de Campana (Buenos Aires), recibe un Abrazo, y mi deseo que Dios te bendiga, te sonría y permita que prosperes en todo, y que derrame sobre ti, Salud, Paz, Amor, y mucha Prosperidad.
Claudio Valerio
®. Valerius