A ése deseo sexual intenso, incompatible con la vida cristiana que promueve la abnegación y la santidad, se define como lujuria. Una característica de la persona lujuriosa es su apetito por vivir a su manera… A la lujuria podemos calmarla
Hay formas de combatir contra la lujuria y no existe una forma única de atenuarla y considerando algunas será posible que la/las misma puedan ayudarnos a combatir la tentación y la lujuria.
Un joven se dirigió al sacerdote y le dice: He estado tratando de alejarme de la lujuria, pero no estoy teniendo éxito” El ministro le responde: “Arrepiéntete verdaderamente de los errores. Ésta es la mejor manera de que te alejes del pecado”.
La vida pudo darnos momentos de placer pero ahora, en una nueva etapa de nuestras vidas, nuestros placeres son diferentes… El reconocer nuestros errores, arrepentirnos de ellos y pedir perdón de manera auténtica, nos lleva a nuestro encuentro con Dios. Esta decisión nos evita nuevos errores y la lujuria y, con ello, “lo fácil” ya no nos atrae. Claro está que esto no significa que no volveremos a caer, sino que lo evitaremos y confiaremos en la mano amorosa del Señor para protegernos de toda tentación.
Hagamos cosas que nos alimenten y edifica nuestra fe; y de esta manera, podremos testificar nuestra plena felicidad. Y así seremos mucho más felices y más bendecidos, porque gradualmente, el pecado dejará de involucrarnos… Hasta que no nos arrepintamos de nuestros errores por lujuria, no podremos sentirnos libres.
Cuando en nuestro corazón exista la necesidad de querer hablar con Dios y escuchar Su voz, recién ahí seremos personas que nos destacaremos por nuestras cualidades, seremos personas que influirán positivamente en la vida de otros.
Desde la ciudad de Campana (Buenos Aires), recibe un saludo, y mi deseo de que la vida te sonría y permita que prosperes en todo, y derrame sobre ti, Salud, Paz, Amor, y mucha prosperidad.
Claudio Valerio
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