COLUMNA DE OPINION

Las manos del artesano

Por Claudio Valerio

 

Quien trabaja y tiene habilidad con sus manos, y su cabeza, es un artesano. Justamente son las manos del artesano, del alfarero, imprescindibles para el buen desempeño de su trabajo; ellas se fusionan con barro que modela, la materia prima y de acuerdo con su gusto, con su inspiración, lo modela y aclara para hacer la pieza u objeto. Son las manos del alfarero o artista su herramienta de trabajo y son ellas la expresión de su corazón, de su pensamiento, de su alma. Su destreza y su paciencia al tomar contacto con el lodo, hacen su habilidad.

Una de las imágenes más recurrentes más utilizadas, al momento de ejemplificar nuestra relación con Dios, son las manos. El barro, como sabemos, es inerte, no tiene ni forma, ni vida; pero, si estamos abiertos a la voluntad de Dios, Él nos moldea y transforma nuestras vidas.

Una bella narrativa acerca del barro que se modela con las manos del Creador, y que encontrara en la web, es la que sigue; en ella, el barro solo no es nada, es solo un material que refleja desorden; pero por las manos del artesano, lo modela de acuerdo con su gusto.

Se cuenta que alguna una vez en Inglaterra, existía una pareja que gustaba de visitar las pequeñas tiendas del centro de Londres. Una de sus tiendas favoritas era una en donde vendían vajillas antiguas. En una de sus visitas a la tienda vieron una hermosa tacita. «¿Me permite ver esa taza?» preguntó la señora, «nunca he visto nada tan fino como eso» En cuanto tuvo en sus manos la taza, escuchó que la tacita comenzó a hablar.

La tacita le comentó:

¡Usted no entiende! ¡Yo no siempre he sido esta taza que usted está sosteniendo! Hace mucho tiempo yo solo era un montón de barro amorfo.

Mi creador me tomó entre sus manos, me golpeó y me amoldó cariñosamente.

Llegó un momento en que me desesperé y le grité: ¡Por favor! Ya déjame en Paz.  Pero mi amo solo me sonrió y me dijo: «aguanta un poco más, todavía no es tiempo». Después me puso en un horno. Yo nunca había sentido tanto calor.  Me pregunté por qué mi amo querría quemarme, así que toqué la puerta del horno. A través de la ventana del horno pude leer los labios de mi amo que me decían «aguanta un poco más, todavía no es tiempo.» Finalmente se abrió la puerta. Mi amo me tomó y me puso en una repisa para que me enfriara.

«Así está mucho mejor» me dije a mí misma. Pero apenas me había refrescado, cuando mi creador ya me estaba cepillando y pintando. El olor de la pintura era horrible.  Sentía que me ahogaría. «Por favor detente» le gritaba yo a mi amo; pero él solo movía la cabeza haciendo un gesto negativo y decía «aguanta un poco más, todavía no es tiempo.»

Al fin mi amo dejó de pintarme; pero esta vez me tomó y me metió nuevamente a otro horno. No era un horno como el primero; sino que era mucho más caliente. Ahora sí estaba segura que me sofocaría. Le rogué y le imploré a mi amo que me sacara. Grité, lloré; pero mi creador solo me miraba diciendo «aguanta un poco más, todavía no es tiempo.»

En ese momento me di cuenta que no había esperanza. Nunca lograría sobrevivir a ese horno. Justo cuando estaba a punto de darme por vencida se abrió la puerta y mi amo me tomó cariñosamente y me puso en una repisa que era aún más alta que la primera. Allí me dejó un momento para que me refrescara.

Después de una hora de haber salido del segundo horno, mi amo me dio un espejo y me dijo: «Mírate, esta eres tú» Yo no podía creerlo.  Esa no podía ser yo. Lo que veía era hermoso. Mi amo nuevamente me dijo: «Yo sé que te dolió haber sido golpeada y amoldada por mis manos; pero si te hubiera dejado como estabas, te hubieras secado. Sé que te causó mucho calor y dolor estar en el primer horno, pero de no haberte puesto allí, seguramente te hubieras estrellado. También sé que los gases de la pintura te provocaron muchas molestias, pero de no haberte pintado tu vida no tendría color. Y si yo no te hubiera puesto en ese segundo horno, no hubieras sobrevivido mucho tiempo, porque tu dureza no habría sido la suficiente para que subsistieras. Ahora tú eres un producto terminado. Eres lo que yo tenía en mente cuando te comencé a formar».

 

 

Moraleja: Dios nos cuida, y nunca nos dará más de lo que podamos soportar, ni nos obligará a que vivamos algo que no se pueda aguantar. Dios es el artesano y nosotros somos el barro con el cual Él trabaja, y sabe lo que está haciendo con cada uno de nosotros. Él nos amolda y nos da forma para que nuestra vida tenga sentido, para que lleguemos a ser una pieza perfecta y podamos cumplir con su voluntad. Él quiere que en el transcurrir de nuestra vida, encontremos gozo y felicidad.

Así como el artesano puede hacer cosas, la dificultad o facilidad con la que nuestro Padre Celestial nos da forma, en buena medida de nosotros depende. Él es capaz de realizar todas las cosas mejor, de una manera inigualable de cuanto la pensamos o pedimos; solo debemos confiar y dejarlo obrar.

 

Desde la ciudad de Campana (Buenos Aires), recibe un Abrazo, y mi deseo que Dios te bendiga, te sonría y permita que prosperes en todo, y que derrame sobre ti, mucha Salud, Paz, Amor, y Prosperidad.

Claudio Valerio

®. Valerius

 

Noticias relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Close