El baile o la danza consiste en una serie de movimientos que, siguiendo el ritmo de la música, realiza una persona, como manifestación externa de alegría. Se trata de una manifestación de sano gozo.
En la profecía expresiva bíblica (la Biblia), “la Danza” se usa para expresar la alegría y la alabanza al Señor; es, sin duda, un importante medio de expresión, de reconocimiento y adoración. La danza es bíblica.
Muchos son los que piensan que quienes son escritores de libros espirituales o de autoestima, lo han superado todo, que nunca están enojados, descontentos, tristes o inseguros; como también están los que creen que expandiendo su consciencia y haciendo un cambio de paradigma, ocupan sus mentes solo por pensamientos positivo, o se hacen a les idea… Es un gran alivio saber que no es así; porque, mientras estamos en esta vida, provistos de un cuerpo y mente en el que conviven dos conceptos opuestos (dualismo) y de emociones reactivas, jugamos el juego que se llama “sostente y recupera el equilibrio”. Porque, en un mundo de un mundo de conflictos, de opuestos, constantemente tenemos que estar sosteniéndonos entre ellos y recobrando el equilibrio. Es así el movimiento de la vida, en la dualidad cotidiana; y ése es el escenario de nuestros aprendizajes.
En el caso de nuestros pensamientos, sean estos positivos y/o negativos, es importante controlar nuestra mente, porque ellos son las dos caras de la moneda, e inciden en nuestra salud. Porque, muy a menudo, nuestro crítico interior emite pensamientos negativos, una serie de mensajes cortos que, a pesar de los esfuerzos conscientes para pensar positivamente, pueden llevarnos a sabotearnos, al punto de llevarnos a ver distorsionar la realidad distorsionada; y esto último puede llegar a convertirse en un hábito peligroso.
Nuestros pensamientos no nos definen; no son un retrato de lo que somos, ni nos hacen mejores o peores. Es importante entender que estos pensamientos surgen espontáneamente en el juego de la dualidad y ambos se necesitan para mantener el juego; imaginemos que son como ráfagas de viento entre los árboles, equilibrando el flujo de negativo a positivo y viceversa y, si entendemos esta paradójica realidad, nuestra mente se torna más flexible y ello nos da la fluidez necesaria hacia lo inevitable: la corriente del cambio.
A medida que avanzamos desarrollando esta flexibilidad mental, nos daremos cuenta que existe una «distancia” entre nuestros pensamientos y el sentido de lo que somos. Una distancia que nos permitirá reconocer a los pensamientos como una función de la mente, no como nuestra esencia.
Si creemos que nuestros pensamientos reflejan lo que somos, la lucha entre negativo y lo positivo comienza. Sin embargo, si percibimos a este flujo de ida y vuelta como una danza, la guerra llega a su fin. El cambio se basa en la danza entre lo positivo y lo negativo y, aunque nunca lo hayamos considerado como una danza, así percibirlo hará que ya no haya guerra entre los dos. Que haya aceptación de que ambas corrientes se complementan; aceptemos de que no fallamos por permitir el paso de una serie de pensamientos negativos; aceptar de que los pensamientos no nos definen si somos buenos o malos (el ser). Aceptemos de que, el juego del aprendizaje, no sería posible si una de ellas faltara; el aceptar de que, incondicionalmente, todo es como tiene que ser.
Que nosotros, participantes, aceptemos que ésta danza entre positivo y negativo, con menos pensamientos negativos y con una mejoría en la concentración, puede hacer que vivamos la vida en paz y alegría, fluyendo con el viento del cambio y sin pretensiones controladoras.
Desde la ciudad de Campana (Buenos Aires), recibe un saludo, y mi deseo que Dios te bendiga y prospere en todo lo que emprendas; y que derrame sobre ti, Salud, Paz, Amor y mucha Prosperidad.
Claudio Valerio
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