Amor… Un sentimiento que, con limitaciones, definiciones precisas y muy bien establecidas, se fue construyendo para aquellos que, según su género y sexo, se les tallado y mismo tatuado en la piel.
Para Robert J. Sternberg, psicólogo estadounidense, toda relación amorosa tiene tres dimensiones o componentes: pasión, compromiso e intimidad. Así, podemos diferenciar al amor sociable, amor ilusorio, amor vacío, amor completo, amor romántico. Y, sobre este último, nuestra cultura lo ha tomado como una de las bases de la sociedad, naturalizándolo al punto de enraizarlo con el modelo de mujer y de hombre.
Antiguamente, a las mujeres se les ha enseñado que el amor de ellas hacia los hombres debe ser exclusivo e incondicional; pero, hoy por hoy, ellas han concluido que esta forma de amor se apoya en una suma de preceptos que, a lo largo de los años, han terminado siendo ficciones muy bien establecidas. Los tiempos han cambiado y las mujeres, el amor y la vida también. Y, así sea para bien o para mal, al amor no se concibe como antes, porque las mujeres han ido avanzando y, con su cambio, han incorporado aspiraciones de reciprocidad e igualdad y, desde luego, nuevas visiones progresistas de las relaciones de amistad y/o sentimentales, o sea de afecto hacia otra persona; es decir relaciones amorosas.
Las mujeres contemporáneas, las mujeres de hoy, viven una verdadera fusión de identidad, de sacrificios extremos y un fortalecimiento de conductas.
A ellas, con la verdad, les dedico este cumplido que es uno de los más deleitables y sumamente profundos pasajes de «El Principito» (Antoine de. Saint-Exupéry); su diálogo con la rosa. El verdadero amor es así… fascinante, complejo, contradictorio y con el que no se tiene que fingir.
–«Te amo» – dijo el principito…
–«Yo también te quiero» – dijo la rosa.
–«No es lo mismo» – respondió él…
«Querer es tomar posesión de algo, de alguien. Es buscar en los demás eso que llena las expectativas personales de afecto, de compañía. Querer es hacer nuestro lo que no nos pertenece, es adueñarnos o desear algo para completarnos, porque en algún punto nos reconocemos carentes.
Querer es esperar, es apegarse a las cosas y a las personas desde nuestras necesidades. Entonces, cuando no tenemos reciprocidad hay sufrimiento. Cuando el «bien» querido no nos corresponde, nos sentimos frustrados y decepcionados.
Si quiero a alguien, tengo expectativas, espero algo. Si la otra persona no me da lo que espero, sufro. El problema es que hay una mayor probabilidad de que la otra persona tenga otras motivaciones, pues todos somos muy diferentes. Cada ser humano es un universo.
Amar es desear lo mejor para el otro, aun cuando tenga motivaciones muy distintas.
Amar es permitir que seas feliz, aun cuando tu camino sea diferente al mío. Es un sentimiento desinteresado que nace en un donarse, es darse por completo desde el corazón. Por esto, el amor nunca será causa de sufrimiento.
Cuando una persona dice que ha sufrido por amor, en realidad ha sufrido por querer, no por amar. Se sufre por apegos. Si realmente se ama, no puede sufrir, pues nada ha esperado del otro.
Cuando amamos nos entregamos sin pedir nada a cambio, por el simple y puro placer de dar.
Pero es cierto también que esta entrega, este darse, desinteresado, solo se da en el conocimiento. Solo podemos amar lo que conocemos, porque amar implica tirarse al vacío, confiar la vida y el alma. Y el alma no se indemniza. Y conocerse es justamente saber de vos, de tus alegrías, de tu paz, pero también de tus enojos, de tus luchas, de tu error. Porque el amor trasciende el enojo, la lucha, el error y no es solo para momentos de alegría.
Amar es la confianza plena de que pase lo que pase vas a estar, no porque me debas nada, no con posesión egoísta, sino estar, en silenciosa compañía. Amar es saber que no te cambia el tiempo, ni las tempestades, ni mis inviernos.
Amar es darte un lugar en mi corazón para que te quedes como padre, madre, hermano, hijo, amigo y saber que en el tuyo hay un lugar para mí.
Dar amor no agota el amor, por el contrario, lo aumenta. La manera de devolver tanto amor, es abrir el corazón y dejarse amar.»
– «Ya entendí» – dijo la rosa.
– » No lo entiendas, vívelo» -dijo el principito.
Desde la ciudad de Campana (Buenos Aires) recibe un cordial abrazo, y mi deseo que Dios te bendiga, te sonría y permita que prosperes en todo, y derrame sobre ti, Salud, Amor, Paz y mucha Prosperidad.
Claudio Valerio
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