Tal vez, más de una vez nos hemos preguntado el por qué nuestras oraciones no producen más los grandes efectos del pasado; o bien debido a que no vemos las grandes maravillas que tanto esperamos del Señor. ¿Por qué no ocurren los grandes milagros?… El Señor es el mismo; Su poder es el mismo; Su deseo de bendecir es el mismo. Pero, lamentablemente, nosotros hemos dejado de ser como los hombres del pasado. Nuestra fe se ha vuelto vacilante, nuestra esperanza se debilitó, nuestro amor al Señor es insignificante y es casi nula nuestra determinación espiritual. Oramos por mera rutina, buscamos la presencia del Señor por mero interés, vamos a los cultos cuando nada tenemos de mejor a hacer. El poder de la iglesia es débil porque no confiamos verdaderamente en el Señor.
Si hoy fuésemos convocados a mantener el corazón puro y así tener un encuentro personal con Dios, para agradecer al Señor en todo cuanto hacemos, es casi seguro que nos mantendríamos indiferentes a ésa y cualquier otra convocatoria.
Queremos ver las maravillas, queremos ganar mucho dinero, queremos ver los milagros y, también, conquistar el mundo; pero no somos capaces de renunciar de nuestros propios placeres materiales, ni tampoco someternos a la voluntad de nuestro Dios.
Si queremos ver a Dios actuando en nuestras vidas reflexiones que los grandes milagros son logrados con obediencia y, además, las grandes maravillas son conseguidas con fe y santidad… Una vida bendita es fruto de estar en comunión plena con el Señor Jesucristo.
Desde la ciudad de Campana (Buenos Aires), recibe un saludo, y mi deseo de que la vida te sonría y permita que prosperes en todo, y derrame sobre ti, Salud, Paz, Amor, y mucha prosperidad.
Columnista, escritor, historiador e investigador.